Un año más concluye y con ello llegan los ejercicios de introspección y análisis de las prioridades personales y colectivas. Bajo este entendido, estamos cerrando un ciclo complejo, lleno de incertidumbres ocasionadas en buena parte por los estragos incesantes de una pandemia que pareciera no tener fin en el corto y mediano plazo. Mucho se ha comentado sobre las implicaciones sociales, políticas y económicas de escala planetaria de las que tendremos que seguir pendientes permanentemente.
Más importante aún, este fenómeno aleccionador de gran escala nos demuestra que como especie estamos a expensas de un entorno cada vez más desafiante y sin duda, el calentamiento global y sus consecuencias deben estar dentro de nuestras prioridades a nivel mundial. Desafortunadamente, seguimos creyendo que se trata de un tema lejano, sin importancia inmediata y hay incluso quienes no lo reconocen como tal.
- La ruta que seguimos indiscutiblemente nos está llevando a la desestabilización ecológica del planeta y pone en riesgo nuestra propia existencia, por lo que debemos entender, en principio, cuáles son los procesos que mantienen la Tierra en equilibrio, qué tan cerca estamos de desbalancearlo y, más importante aún, qué podemos hacer para verdaderamente revertirlo.
Para ello, es necesario saber que hoy vivimos en el Antropoceno, una forma de designar las repercusiones que la especie humana genera siendo la mayor responsable de los cambios planetarios. En este contexto es que se vuelve vital analizar cuáles son los riesgos que corremos al desestabilizar en una escala mundial nuestro entorno. En ese sentido, se definió una serie de “límites planetarios” en los cuales las características climáticas en la tierra se deben mantener dentro de equilibrios determinados.
Desafortunadamente, esos límites los estamos comenzando a rebasar, como el cambio climático, el cual se caracteriza por el incremento sostenido en la temperatura de la Tierra desde el desarrollo de la Revolución Industrial y se ve demostrado no sólo en una percepción de más calor, sino también la presencia de más y mayores fenómenos naturales como sequías e inundaciones.
Otro de los límites ya rebasados es el de la pérdida de biodiversidad y extinción masiva de especies, la cual se considera incluso como una nueva extinción masiva en la historia del planeta, lo que representa la pérdida del 60% al 95% del total de las especies. Hoy, de los ocho millones de especies vivas en el orbe, un millón están en peligro de extinción.
Aunado a lo anterior, está el cambio en el uso de suelo, o sea la transformación que se le da a bosques, junglas, entre otros a espacios, se destina a la ganadería y agricultura. Se trata de uno de los mayores factores de impacto ambiental y pérdida de biodiversidad, las cuales afectan determinantemente en la capacidad de regulación del clima.
No podríamos pasar por alto dentro de estos factores determinantes a corregir el uso irresponsable del agua dulce, la cual sólo representa el 2.5% del total del agua mundial y que cada vez es menor ya que de este total, el 70% se utiliza para la agricultura y la creciente demanda de casi 8 mil millones de personas alrededor del mundo.
Nos encontramos ante el riesgo inminente de romper los equilibrios existenciales del planeta y fomentar un entorno con más pobreza, enfermedades y hambre. Lo cierto es que aún estamos a tiempo de ejercer acciones rápidas y audaces por parte de todas las autoridades globales, como la migración de combustibles fósiles a energías renovables, así como la responsabilidad de todos nosotros de llevar una vida más responsable generando menos impacto ambiental.
