Azul Etcheverry Analista El nuevo racismo de siempre

• Esta teoría conspiratoria no es nada nueva

Como si se tratara de una película de terror que se repite una vez tras otra, nos llegan noticias desde Estados Unidos acerca de un nuevo ataque armado por parte de un joven que asesinó a 10 personas y dejó a otras tantas lesionadas en un supermercado en Búfalo.

Nuevamente son víctimas de un tirador inspirado en una visión retórica viciada y retrógrada de la sociedad estadunidense.

Las ideas racistas del perpetrador quedaron asentadas en un manifiesto supremacista que publicó en redes sociales en el que asegura que las personas equivocadas, personas no anglosajonas, no cristianas están entrando a ese país para destruir el modelo clásico de la Unión Americana.

La realidad es que esta teoría conspiratoria sustentada en el racismo no es nada nue- va, al contrario, este conflicto viene desde los preceptos fundacionales de “nosotros, el pueblo”, respecto a quién se hace referencia con el “nosotros”, respecto a quienes son considerados verdaderos estadunidenses.

Por un lado, está la visión de una sociedad plural y diversa que comprende idiomas, razas, culturas o religión, amalgamadas en un colectivo autodeterminado y, por el otro, la idea de que Estados Unidos contempla sólo al hombre blanco como eje rector.

Este conflicto se ha peleado en el campo de lo ideológico, lo político y en el de batalla a lo largo de la historia de ese país. Sin embargo, en las últimas décadas se podría decir que adquirieron consensos entre las visiones liberales y conservadoras de la sociedad que luego se llevaron a la política, en un intento de honrar esa idea de que se trata de una sociedad plural y multiétnica, sin embargo, en los últimos años esta visión ha comenzado a diluirse.

Fue en junio de 2015 que Donald Trump lanzó su campaña presidencial atacando a la población migrante mexicana, asegurando que nuestro país enviaba a sus criminales y violadores, dejando un mensaje claro de que los inmigrantes están destruyendo su “forma de vida americana”. Días después, un supremacista caucásico abatió a nueve afrodescendientes en una iglesia en Carolina del Sur, y aunque no se puede ligar un acto con el otro, sí son el reflejo de esta ideología que hoy es indiscutible.

La visión racista que inspiró estos ataques en Carolina del Sur se repitió en un tiroteo en una sinagoga en Pensilvania en 2018 y luego en Texas, donde un tirador asesinó a 12 personas, principalmente de origen hispano, en un supermercado y ahora en Búfalo, apenas hace unos días.

Lo alarmante de la situación es que este tipo de crímenes han sido “tolerados” desde la llegada del presidente Donald Trump al poder, junto con una serie de congresistas de extrema derecha que han ido migrando de una discusión de políticas públicas reactivas y estrictas hacia el campo de la conspiración y especulación sobre élites en el poder que están ideando escenarios para destruir al país.

Es alarmante también que los millones de mexicanos y sus descendientes que viven en ese país sean víctimas mortales de estas ideologías y, peor aún, que no estemos siendo capaces de proteger tanto sus intereses como los de otras poblaciones vulnerables a este discurso permanente de odio. Mientras tanto, aquí discutimos sobre la importancia de la participación del presidente nicaragüense en la Cumbre de las Américas.

Ese racismo sistémico que obliga a millones de mexicanos a buscar mejores condiciones de vida fuera del país los revictimiza y arriesga ante el desinterés de ambas naciones.

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