Sí, las cosas en México no pintan mal, pese a todo; incluidos nosotros
Tengo la oportunidad de compartir con usted, lector, lo que pienso. Los datos de crecimiento, a partir del IGAE, siguen siendo buenos.
Por razones de mi actividad profesional tengo la fortuna de tomar contacto cotidiano con una razonable muestra de personas que trabajan en o cerca de la actividad empresarial de varios sectores.
Algunos son clientes, con otros comparto consejos de administración, otros son colegas. Y en todos los casos coincidimos en que las cosas de la economía en México no marchan mal.
A la vez existe otro grupo de gente, con quienes eventualmente puedo hablar de estos temas, generalmente en reuniones sociales e informales, encuentro una resistencia –a veces feroz– a admitir que las cosas en el terreno de la economía nacional pueden estar funcionando razonablemente bien. La verdad es que trato de no hablar de los temas con los que tengo un interés profesional en reuniones sociales por tres causas básicas.
La primera es salud mental; la segunda, por el relajamiento que este tipo de actividad supone, y que permite decir y oír cosas que no agregan mucho a mi bienestar y al de los demás. La tercera, por respeto a quienes me pagan por hablar de estos temas.
Sin embargo, con frecuencia resulta inevitable. Me imagino que esto pasa con muchos con cualquier otra profesión, pero en mi caso tengo la posibilidad de compartir con usted, amigo lector, lo que pienso y usted la de decirme cuál es su postura a través de los recursos tecnológicos que Excélsior pone a su disposición.
Y esto –la interacción con usted, fuera de eventos sociales– me permite saber quiénes no están de acuerdo con lo que digo, lo que me obliga a reconsiderar mis posiciones; esto es hacer acopio de más información, analizarla y tratar de encontrar ángulos distintos de observación. Como sea, pero sigo pensando que las cosas de la economía en México no marchan mal; al contrario. Lo anterior no significa que estemos en “el mejor de los mundos imposibles”; las comillas se deben a que esta expresión del título de un libro del gran Abel Quezada –que publicaba sus caricaturas en Excélsior en otras épocas, que yo tuve y disfruté gracias a mis padres y que en alguno de mis varios cambios de domicilio perdí, lo que no termino de lamentar–.
Pero sí, las cosas por estos rumbos no van mal. Ya sé que el tipo de cambio se ve presionado a la baja de rato en rato o que la Bolsa baja y se ve débil, o que nadie le cree al gobierno cuando dice que las finanzas públicas y la deuda externa no son tema de preocupación o cuando Banxico y el INEGI publican y opinan sobre la inflación en México en el sentido de la trayectoria positiva de tal fenómeno.
O que las reservas internacionales son más altas que nunca y siguen aumentando. Y que al final, muchos dicen: ¿Para qué sirve todo esto?
Sirve para que lo podamos aprovechar, en tanto nos interesemos en entender lo que significa tal información y actuemos en consecuencia, lo que requiere algún grado de esfuerzo.
Todo lo anterior tiene que ver con el dato del Indicador Global de Actividad Económica publicado ayer, al mes de mayo, que creció 4.1 por ciento.
En promedio, los dos primeros meses del segundo trimestre de este año muestran un crecimiento de 4.5%, que no está nada mal, considerando las condiciones del planeta y que compara bien con 4.7% del primer trimestre de este 2012. Desde luego que por la estructura de nuestra actividad económica, mucho dependemos de lo que pase en Estados Unidos, que no pasa por su mejor momento, pero esto es algo por lo que poco podemos hacer en el corto plazo, de tal suerte que las condiciones actuales presentan, desde mi punto de vista dos posibilidades de actuación para los que estamos interesados en la inversión bursátil.
La primera es que tenemos que admitir que estamos sujetos a los movimientos de lo global, en el corto plazo. Por las condiciones que prevalecen en el mundo, los mercados tenderán a bajar.
La mejor posibilidad de alza interesante depende de lo que haga la Fed en relación a relajar nuevamente o no su política monetaria, a lo que creo que se acerca cada vez un poco más por los resultados de la economía estadunidense –incluidos los resultados trimestrales– y por el probable deterioro de Europa y, en consecuencia, aprovechar la volatilidad.
La segunda es “aguantar vara” en el corto plazo y pensar que los rasgos que muestra la economía mexicana hoy son buenos presagios en un plazo no tan corto, y dependiente de lo que el próximo gobierno ofrezca en cuanto a quienes estarán a cargo de la operación, es decir, el gabinete.
Por lo pronto, apuesto a la primera opción. ¿Y usted? Suerte.
