El proceso de reconstrucción, lo que sigue tras el cáncer de mama
El tratamiento por cáncer de mama debe incluir la reconstrucción de senos, el proceso que le devuelve la confianza, la autoestima y la seguridad a las mujeres

La mastografía que María Alejandra se hizo en la primavera de 2018 reveló una lesión en el seno derecho. Un cuadrante del tejido fue enviado a biopsia para confirmar el diagnóstico de cáncer ductal infiltrante. En ese momento inició su camino que la llevó a “pisar el infierno sin haber muerto”.
La originaria de Monterrey, que en ese momento tenía 50 años, cayó en lo que representa una de las principales causas de mortalidad para mujeres en el mundo. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que cada año se producen 458,000 defunciones por cáncer de mama.
El Inegi estimó que en 2020 los tumores malignos fueron la cuarta causa de muerte de mujeres en México, ya que totalizaron 90,645 casos. Aquellos que se presentan en órganos digestivos ocupan el primer lugar de mortalidad, seguidos de los que se detectan en órganos genitourinarios, los de huesos, cartílagos articulares, del tejido conjuntivo, piel y mama ocupan la tercera posición.
Ese mismo año se registraron 7,821 defunciones por cáncer de mama en mujeres, siendo las mujeres mayores de 45 años quienes concentraron la mayor morbilidad, informó el organismo.
María Alejandra tomó la decisión de someterse a una mastectomía radical modificada. En la cirugía le quitaron el tejido mamario derecho, 13 ganglios linfáticos del brazo y el complejo areola-pezón, con el fin de evitar que el cáncer en la zona regresara. Debajo del músculo del pecho le colocaron un expansor que preparó a su organismo para una eventual reconstrucción que le devolviera la apariencia de su seno.
“Ya no tenía mama, fue un precio muy alto que pagar. Al tercer día (de la operación) me tuve que bañar y enfrentarme al espejo. Literalmente quedas sin mama y con una herida grande que va desde la espalda hasta la parte de adelante. Había que lidiar con el dolor de la herida y con el dolor emocional de no tener seno”, comenta.
Los ganglios que le extrajeron fueron analizados para determinar si estaban contaminados; el resultado fue negativo, por lo que no tuvo que pasar por radioterapia o quimioterapia. Posteriormente inició un tratamiento con Tamoxifeno para detener la actividad hormonal que pudiera promover la reaparición del cáncer.
Semanas después de la mastectomía, inició la reconstrucción del seno derecho con inyecciones en el expansor para levantar la piel en la zona donde ya no tenía tejido. “Eso da mucho dolor porque se levantan el músculo y la piel y te dan un medicamento porque el dolor es insufrible”, recuerda.
En la segunda cirugía a la que se sometió le quitaron el expansor y le colocaron un implante que le permitió salir ya con dos senos.
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“El propósito de los cirujanos es dejarte más o menos como estabas para que no te sientas afectada emocionalmente, que puedas sobrevivir y sigas adelante. Son reconstrucciones no invasivas, no tan dolorosas, pero como ya vienes de un proceso de cáncer todo te duele y te lastima”, menciona.
María Alejandra se considera una mujer afortunada, ya que previamente había contratado un seguro de gastos médicos mayores que cubrió el diagnóstico, las cirugías y el tratamiento. Su equipo médico estuvo conformado por un ginecólogo, ginecólogo oncólogo y cirujano plástico.
Pero este seguro no cubría el desembolso de los implantes, ya que eran considerados como un gasto estético. El pago tuvo que cubrirlo ella misma. “El seguro no cubre gastos estéticos y yo tenía que costearlo. Además, no se trata de solo una mama, el cirujano debe reconstruir ambas y tienes que tener dinero”.
Una tercera cirugía, que le reconstruiría el complejo areola-pezón, estaba programada para ese año. Pero el cansancio y el agotamiento mental y físico se habían apoderado de su vida, por lo que la pospuso para 2019.
“Me hicieron una reconstrucción con piel propia que me tomaron de la ingle, aunque puede ser también de la rodilla o el codo. Fue la menos agresiva y dolorosa”, recuerda.
Las cirugías por las que pasó María Alejandra no solo la libraron del cáncer de mama, también la llevaron a mejorar su calidad de vida, ayudar a otras mujeres con su testimonio y cuidar las lesiones físicas y emocionales que el proceso le ocasionó.
¿Cómo se planea una reconstrucción?
Para los médicos existe un principio básico cuando se habla de reconstrucción: nunca debe interferir con el tratamiento oncológico porque la prioridad es preservar la vida y controlar el cáncer. Por eso, la etapa clínica de la enfermedad en que se encuentra la paciente determina el tipo de procedimiento que debe seguirse, afirma Blanca Arámbula, cirujana plástica reconstructiva.
“No se puede ofrecer una cirugía que provoque que se abra, infecte o tarde en cicatrizar la herida de la mastectomía. Si no la paciente no puede recibir quimio o radio y la seguridad oncológica se pierde”, dice.
Cuando el diagnóstico de cáncer es temprano, en etapas uno y dos, se encuentra en el sitio y las lesiones son casi invisibles. Los procedimientos son más sencillos y con mayor variedad para la paciente.
“Se hace una mastectomía subcutánea donde no siempre hay necesidad de quitar los ganglios axilares y el tejido mamario se sustituye con una prótesis. Es una paciente que no va a recibir quimio o radio, entonces los tejidos quedan con buena calidad; si se coloca un implante esto es suficiente para la reconstrucción”, asegura.
La especialista en microcirugía reconstructiva explica que cuando el cáncer está en etapas avanzadas se requiere de los tratamientos coadyuvantes de quimioterapia o radioterapia, ya que la lesión es mayor o ya avanzó a otros órganos. En estos casos la reconstrucción es más complicada para la paciente.
“Lo preferible es esperar a que se termine el tratamiento y, en promedio, en dos años se habla de reconstrucción, ya que el 85% de las recaídas de la enfermedad se presenta en ese periodo… Si se quita toda la mama, la piel se va perdiendo con el tiempo y si se tuvo radio o quimio, los tejidos pierden elasticidad”, menciona.
Para determinar el tipo de reconstrucción se analiza la calidad de los tejidos que quedan después de la mastectomía o del tratamiento oncológico. Puede practicarse aquella que utiliza implantes y expansores -como en el caso de María Alejandra-, con tejido de otras partes del cuerpo y la combinada, que requiere de ambos.
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La importancia
El tratamiento por cáncer de mama incluye el diagnóstico, los procesos quirúrgicos, terapias oncológicas y la reconstrucción de senos. Este último paso es el que le devuelve la confianza, la autoestima y la seguridad a las mujeres, considera Arámbula.
“Lo que más impacta su calidad de vida es verse reconstruida. Es algo que no superan fácilmente, el verse todos los días al espejo sin seno les recuerda todo el tiempo que tuvieron cáncer. Son pacientes que están enganchadas al recuerdo, lo que afecta su calidad de vida por sentirse incompletas… Cuando reconstruyes a una paciente, el cáncer queda atrás y si no, continúan en duelo”, comenta.
A pesar de que la reconstrucción es parte del tratamiento de cáncer, que una paciente acceda a ella resulta complicado si la atención se realiza en una institución pública, pues lo primordial es preservar la salud antes que hacer procesos estéticos, además de que en etapas avanzadas resulta más costosa. Por eso organismos e instituciones hacen campañas donde las mujeres pueden atender esta parte.
“Por muy económico son 55,000 pesos. Tan solo un implante te cuesta 10,000 pesos, un expansor 16,000 pesos, más el quirófano, equipo, honorarios y hospitalización. Si no se tiene una institución que lo cubra, es un recurso al que muy pocas mujeres tienen acceso”, dice la especialista.

El ideal sería una detección temprana que le permita a las mujeres tener una reconstrucción más sencilla y que no se conviertan en cirugías lejanas e inalcanzables que desanimen a las pacientes. “Prefieren seguir así y luego si caen en manos inexpertas se vuelve una pesadilla porque llegan cansadas de todo y aseguran que no vale la pena”, puntualiza Arámbula.
De acuerdo con la Fundación ALMA, que congrega a un grupo de cirujanos plásticos para ayudar a que más mujeres accedan a una reconstrucción mamaria, estima que, de cada cinco mujeres que pasan por una mastectomía por cáncer de mama, solo una tiene acceso a este proceso.
Rina Gliter, fundadora de esta organización, señala los tres principales problemas que se enfrentan en el país al momento de realizar reconstrucciones: la desinformación, la falta de recursos económicos y la falta de médicos especializados específicamente en estos procedimientos.
“A las pacientes no se les plantea la opción una vez que están curadas. Lo ideal es que se hagan las reconstrucciones inmediatas como debe de ser”, dice.
El trabajo de Gliter se ha extendido desde 2009 por 18 estados, donde tienen especialistas que orientan a las mujeres para conocer si son candidatas a la reconstrucción que ofrecen. El promedio de atención ha sido de entre 70 y 100 personas al año, pero en los últimos 24 meses disminuyó a ocho pacientes por la contingencia del Covid-19.
Además de las cirugías que ofrecen de forma gratuita, la fundación tiene un proyecto en el que donan prótesis externas de silicón. “No es una cirugía, pero tratamos de solucionar el problema con prótesis que tienen el peso adecuado de la mama sana. Eso nos facilita la labor para ellas, sobre todo ahora en la pandemia que no tenemos casi acceso a los hospitales para extender el beneficio”.
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Una ayuda adicional
El final de la cirugía de reconstrucción contempla la creación de la areola y pezón para que el implante se vuelva más semejante al seno que tenía la paciente antes de la mastectomía. Pero otra alternativa es el tatuaje tridimensional que los simula.
Isaac Braham es tatuador profesional desde hace 20 años, pero hace siete emprende una campaña gratuita para diseñar el complejo areola-pezón a mujeres que pasaron por cáncer de mama y reconstrucción. En lo que lleva con esta labor ha ayudado a cerca de 50 personas con tatuajes que no requieren más de una hora.
“Si a una mujer le retiraron un seno, le tomo una foto al pezón y areola que conserva. Uso la paleta de colores para darle textura y forma, generalmente solo es trasladar la imagen del otro pezón al sitio de la reconstrucción. En casos donde se retiran las dos mamas, ellas mismas me platican cómo eran y pensamos en una solución”, asevera.

El tatuaje requiere de un proceso de evaluación de la paciente para ver si son candidatas. Aquí se toman en cuenta factores como la calidad de los tejidos o la técnica que se utilizó en la reconstrucción, la cicatriz que quedó y el tiempo que ha pasado desde que se terminó el tratamiento oncológico.
“A veces el tejido es delgado y si meto la aguja lo puedo rasgar y eso es contraproducente. Deben venir mínimo tres meses después de la cirugía, aunque generalmente llegan después de un par de años. A veces los implantes son de otras partes del cuerpo y ahí se me dificulta porque el tatuaje debe estar nivelado”, dice.
Mujeres de todo el país pueden contactarlo para ver si es posible que accedan al tatuaje de pezón y areola. Aún cuando ha creado diseños para pacientes de todo tipo de comunidades, se enfrenta al estigma de que por su oficio no puede hacer un trabajo profesional o que ayude a las mujeres.
“Muchas mujeres no se checan porque les da pena ir con el ginecólogo o porque hay mucho machismo y si los esposos no quieren que ellas se desnuden frente a un doctor, menos frente a un tatuador. Yo las animo a que vengan y ellas sienten el profesionalismo y la confianza”, puntualiza.
Para la OMS, la concientización sobre el cáncer de mama busca reducir en 2.5% la mortalidad anual en el mundo, por lo que entre 2020 y 2040 se evitarían hasta 2.5 millones de muertes. Esto depende de tres pilares: promoción de la salud para detección temprana, diagnóstico oportuno y gestión integral de la enfermedad.
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