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Nacional

Alertan de lambiscones; Muñoz Ledo llama a evaluar relación con ejecutivo

El legislador de Movimiento Regeneración Nacional afirma que en San Lázaro hay entreguismo, falta escuela democrática y que se necesita una Cámara sin caporales

Ivonne Melgar | 30-11-2020
Porfirio Muñoz Ledo sostiene que en todo parlamento las ideas se discuten entre los representantes del partido, para ponerse de acuerdo, pero en San Lázaro falta eso.

CIUDAD DE MÉXICO.

El pago político del Presidente López Obrador a Mario Delgado Carrillo con la dirigencia de Morena “puede ser una señal de que lo que importa en México y en el régimen de la Cuarta Transformación es la lambisconería, incluyendo la abyección”.

Esa es la alerta de Porfirio Muñoz Ledo al evaluar la relación entre el Poder Ejecutivo y la Cámara de Diputados en el primer tercio del sexenio.

Presidente de San Lázaro en 2018 y 2019, el experimentado parlamentario contrasta lo sucedido con el excoordinador de la bancada de Morena y ahora al frente del partido.

“Conmigo (López Obrador) fue enormemente respetuoso por confianza personal. Jamás llamó por teléfono ni mandó mensaje. Nunca. Pero el que era jefe precisamente se iba dos horas al café de la esquina y regresaba diciendo acabo de ver al Presidente y traigo línea. Es un problema de él. Ahora: le pagó políticamente y eso es lo malo”.

En entrevista con Excélsior, Muñoz Ledo critica la renuncia de su bancada a realizar “reformas de deveras” y limitarse a aprobar las del Ejecutivo.

“Hay un entreguismo. Nos falta escuela democrática. El borreguismo se hace de borregos, de pastores de borregos. Se necesita una Cámara sin caporales”, plantea. 

—¿Por qué el temor a una cultura democrática en serio?, preguntamos.

—El miedo es de los lambiscones. Y el problema es que el miedo hace carrera. Si yo hubiera sido líder de la Junta de Coordinación Política, o del grupo parlamentario de Morena todo lo hubiera discutido. El Ejecutivo hubiera mandado, yo hubiera consultado, hubiera consensuado y hubiera promovido nuestras propias iniciativas. No es un problema de la Cámara: es el problema del seguidismo, el que provocó todo esto. Y así ha hecho carrera política y en este primer trienio ya tiene su premio. Se lo ganó a base de ‘sí señor’”.

Muñoz Ledo agrega: “Pero el jefe del Estado tiene que también ir viendo las cualidades de cada quién. Y sí ganan los borregos, entonces va a ser un país, un gobierno de borregos. Ese es el estímulo…”.

De inmediato, el exsenador y exdirigente del PRI y del PRD augura, optimista, que en el segundo trienio habrá un cambio hacia una Cámara más democrática, con debate plural en las comisiones e iniciativas propias de los diputados.

Pero vuelve al balance de estos primeros dos años y resume: “Es la renuncia de hacer reforma de deveras. Ni una letra podía cambiarse. Fue la docilidad del dirigente de la Cámara, de Mario Delgado, que se labró su futuro, en gran parte, por la gran dote de lambisconería. No dejaba pasar que nada pudiera tocar con el pétalo de una rosa al Presidente”.

Muñoz Ledo lamenta que en vez de construir reformas profundas con la mayoría que Morena tiene en San Lázaro, haya prevalecido “el pueblerinismo” con iniciativas menores y en ocasiones francas ocurrencias.

E ironiza: “El día de la perdida los perros, el día de la invasión de los orangutanes, luego el mes de la bicicleta, el día de la motocicleta, y la semana de la carreta y luego de quienes no la tienen, y el semestre de los marchistas… ¡Son vaciladas!”.

Su análisis surge del recordatorio de las palabras que marcaran esta etapa parlamentaria cuando, siendo presidente de la Mesa Directiva, el micrófono de la tribuna quedó abierto y todo el pleno escuchó que se quejaba con su secretaria: “¡Chinguen a su madre! ¡Qué manera de legislar! Esa fue la frase completa”, recuerda y ríe. 

“Le llamo el imperio de las selfis. Lo que quieren los diputados es sacarse una selfi para mandarla al rancho y con ese motivo le dicen a un asesor: a ver qué artículo de que ley se te ocurre cambiar para que yo me suba a tribuna”, describe.

Considera que el mayor defecto ha sido la falta de iniciativas de transcendencia, salvo las que presentó el Ejecutivo sobre programas sociales y Guardia Nacional.

“Hay muchas iniciativas que no se procesaron, porque en mi fracción prevaleció la idea de que aquello que no mandaba el Presidente, lo mataban”, cuenta.

De su gestión como presidente de San Lázaro destaca el rigor en la puntualidad de las sesiones, la reducción de las comisiones permanentes y el fin de las comisiones especiales, en las que —señala— se gastaba dinero que iba a los partidos, con el pago de asesores y salarios adicionales.

Y celebra “el paso terso” del poder entre el expresidente Peña Nieto y el presidente López Obrador, un acto que, en atención a los desencuentros de los tres sexenios anteriores, “pudo haber sido catastrófica”.

“Peña Nieto me contó que cuando entró en la Cámara, con la gran manifestación nuestra de oposición, le aventaban a la cabeza cosas muy duras, que aparentemente eran rollitos de dinero. Dice que le dolieron mucho. Hablé varias veces con él y le aseguré que tendría una salida decorosa, y la tuvo. Creamos un equipo de transición. Ahí estuvo el Ejército, la seguridad de la ciudad y todas las áreas internas. Tuve muchas reuniones con ellos. Y la toma de posesión del presidente López Obrador, fue, perdón que la califiqué —porque yo la organicé y no debiera de decirlo— pero fue perfecta. No le sobró ni le faltó absolutamente nada”, pondera.

Sin embargo, en el plano del trabajo parlamentario, sostiene que fallaron las comisiones porque ahí no se les dio su lugar a los partidos de oposición ni a sus iniciativas. “Porque traían línea. Si les hubiera dado su lugar, se hubieran ahorrado muchos enfrentamientos innecesarios en el pleno. Esto ahora se está mejorando, pero no mucho”.

Critica la ausencia de una discusión horizontal dentro de su propia bancada. Y cuenta que dejó de asistir a las reuniones de los diputados de Morena. “Fui a la primera y pusieron a la secretaria de Gobernación (Olga Sánchez Cordero) en un micrófono dándonos instrucciones. Con todo respeto, le dije, oiga yo no recibo instrucciones. Podemos discutir las propuestas. Pero no me pueden decir qué debo hacer”. 

 

 

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