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Belice, paraíso de narcos

El país se ha convertido en una de las zonas preferidas de las organizaciones criminales, lo que ha incrementado su nivel de violencia

José Carreño Figueras | 12-09-2014
Ilustración: Abraham Cruz
Ilustración: Abraham Cruz

CIUDAD DE MÉXICO, 12 de septiembre.- Ubicado en la costa noreste de América Central, Belice es a menudo nombrado como uno de los destinos vacacionales más bellos de Centroámerica. Con sus selvas tropicales, sus arrecifes y su cadena de cayos, este pequeño país de habla inglesa tiene mucho que ofrecer a los visitantes.

Pero también “parece cada vez más conocido por la comunidad internacional por su atractivo para muchas organizaciones de tráfico de drogas conocidas por transportar mariguana y cocaína hacia América del Norte”, consignó un reporte de la organización Consejo de Asuntos Hemisféricos (COHA, por sus siglas en inglés).

El informe antinarcóticos 2014 del Departamento de Estado estadunidense fue más duro: “los esfuerzos antidrogas de Belice son limitados por corrupción, deficiencias en la recolección de inteligencia y análisis, un anticuado sector judicial y una falta de voluntad política”.

De acuerdo con algunos estimados, Belice serviría como punto de transbordo para unas diez toneladas de cocaína por año. A precios de 2010, eso significa unos 500 millones de dólares, o sea la tercera parte del Producto Nacional Bruto (1,448 millones de dólares en 2012).

Para el diario Belize Times, ese informe confirmó “que la corrupción continua sin disminuir bajo la guardia del gobierno (del primer ministro Dean) Barrow. Esto no es nada nuevo para los beliceños...”

Qué tan profunda es la corrupción o de qué manera y hasta qué grado está determinada por la acción de grupos criminales trasnacionales y cómo impacta a las instituciones beliceñas no es tan claro, sin embargo.

La organización Freedom House cree que el poder judicial beliceño es vulnerable a presiones políticas, pero no hay indicios de que haya sido cooptado por la acción criminal. Algunas versiones de prensa, sin embargo, han citado instancias en que la intervención de policías locales ha sido en favor de grupos criminales o pequeños traficantes de drogas.

De hecho, la propia Freedom House advirtió en 2013 que “el crimen violento y el trafico de drogas, armas y humanos permanecieron como serias preocupaciones a lo largo del año” anterior.

Al margen de eso, se cree que la zona libre de Corozal, en la frontera con México y establecida para atraer a compradores mexicanos, se ha convertido en un centro de lavado de dinero.

El diario Canadian Free Press afirmó este año que el tráfico a través del país ya no es el único problema, toda vez que organizaciones delictivas mexicanas como Los Zetas están involucradas en el cultivo de mariguana en territorio beliceño. Otros cárteles mexicanos presentes son los de Sinaloa, del Golfo, del Pacífico así como las Maras 13 y 18.

Se cree también que hay presencia de las organizaciones guatemaltecas de transportación de droga conocidos como Los Lorenzana y Los Mendoza.

Y de paso, el lavado de dinero se ha convertido en una de las características del país, según el Departamento de Estado.

De acuerdo con esa evaluación, las leyes de seguridad bancaria de Belice favorecen la creación de empresas fantasma.

Y a eso habría que agregar que en términos estadísticos Belice es uno de los países más violentos del mundo; en 2012 registró 145 asesinatos en una población de unos 350 mil habitantes.

Ciertamente la situación beliceña no alcanza los niveles de crisis que enfrentan sus vecinos en Guatemala y los otros países del “triángulo norte” de Centroamérica, pero algunos temen que se encuentre por lo menos en el umbral.

De creer al Free Press, los beliceños sólo capturaron tres kilos de cocaína en 2013, y la policía está por lo menos sobrepasada en términos de equipo.

De acuerdo con InsightCrime, un grupo especializado en temas de narcotráfico y crimen organizado, precisó que la cadena de cayos (pequeñas islas) que se encuentran a lo largo de la costa beliceña se ha convertido en una zona “que ofrece descanso y mano de obra lista” a los grupos traficantes.

De hecho, un reporte del grupo Diálogo Interamericano, de Washington, estableció en 2013 que Belice es “un punto clave para la transferencia de drogas de las organizaciones internacionales del narcotráfico; una zona de lanzamiento para otras actividades ilícitas y un nido de violencia de pandillas”.

El mismo reporte señalaba entonces que las instituciones beliceñas, particularmente la Policía Nacional, “reflejan también las de países como Guatemala y Honduras hace 15 años, cuando las autoridades civiles estaban patéticamente mal equipadas e insuficientemente entrenadas para encarar la amenaza del crimen organizado”.

En Belice, apuntó un experto en 2011, la policía “tiene suerte si tiene dinero para gasolina”. En mayo pasado, el gobierno estadunidense donó 34 vehículos para patrullaje. Hace tres años, cuatro lanchas rápidas para la Guardia Costera.

Hay dudas de cualquier manera de que sean suficientes para contener el problema.

La explosión de criminalidad se debió en gran medida a choques entre pandillas locales, pero el camino tradicional en otros países de la región han sido las alianzas de grupos locales con organizaciones externas, sea los cárteles mexicanos o las Maras que tanto peso tienen en Honduras y El Salvador.

En octubre de 2012, el entonces director ejecutivo de la Fuerza de Defensa Beliceña, coronel George Lovell, subrayaba que la región, como un todo estaba en una situación complicada, “entre los mayores productores y el mayor consumidor”. Un año después, el Departamento de Estado de Estados Unidos consignaba que Belice era ya un importante punto de tránsito para la droga.

Más recientemente ya no sólo fue de tránsito sino también para lavado de dinero. El reporte 2014 sobre narcotráfico consignó que “hay fuertes indicaciones que ganancias lavadas están cada vez más ligadas con grupos de crimen organizado involucrados en el tráfico de narcóticos ilegales, sustancias sicotrópicas y precursores químicos”.

Es una progresión indeseable.

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