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Expresiones

Selma Ancira, la sencillez de la sabiduría

La prestigiada traductora mexicana trae a México sus nuevas versiones de libros de Tolstói y Kazantzakis

Juan Carlos Talavera | 14-08-2019
“De alguna manera soy el producto de mis autores”, dice Selma Ancira en entrevista con Excélsior. Foto: Karina Tejada

CIUDAD DE MÉXICO.

Selma Ancira es la traductora mexicana más importante en el panorama de la narrativa y la poesía en todo el mundo. Recién cumple 40 años de oficio y, sin saberlo, ha construido un portal de acceso a grandes clásicos de la literatura eslava, en el que destacan grandes autores como Marina Tsvietáieva, Yannis Ritsos, Lev Tolstói, Fiodor Dostoievski, Nikos Kazantzakis, Giorgos Seferis y Mijaíl Bulgákov, por mencionar algunos.

Su trabajo suma más de cien obras traducidas y bosqueja un paisaje caprichoso de afectos que ha modificado su propio pensamiento, porque Ancira es el producto de sus autores.

En entrevista con Excélsior, adelanta que en los próximos meses iniciará la traducción de dos novelas más: Vacaciones en el cáucaso, de María Iordanidu, y Los fratricidas, de Kazantzakis, y abunda en las dos nuevas traducciones que ha traído a México. Se trata de Cristo de nuevo crucificado (editorial Acantilado), de Nikos Kazantzakis, y Aforismos (Fondo de Cultura Económica), de Lev Tolstói.

Ancira explica que ambos autores tienen mucho en común, no sólo porque abordan las pasiones humanas, sino porque ambos crearon obras polifónicas con las que abordan y critican la fe, la soberbia, el amor, la holgazanería, la ira, la desigualdad y las falsas creencias. Éstos son dos libros de distinto género, pero que podrían ser leídos como uno.

Kazantzakis y Tolstói tienen mucho en común. De hecho, Kazantzakis era un admirador ferviente de Tolstói, tienen las mismas inquietudes, las mismas fobias y necesidades. Pero es porque se educó con Tolstói, es su maestro, al punto en que el griego tiene una obra de teatro que se titula Amanecer o Amaneciendo —que Ancira traducirá en el futuro—, cuyo argumento se basa en Anna Karenina, de Tolstói, sólo que está situada en Atenas... ¡A ese punto era la fusión entre los dos, sin que se hubieran conocido ni nada!”, expresa.

Así que ambos libros podrían leerse desde el pensamiento de Tolstói. Y quizá por esa razón la traductora mexicana ha fijado en su cuenta de Twitter una frase que revolotea, como una mariposa, en la mente de la eslavista: “Cuanto más verdaderamente sabio es un hombre, más sencillo es el lenguaje en el que expresa su pensamiento”.

Esa frase está incluida en Aforismos, donde Tolstói aborda temas como la fe, el alma, el amor, los excesos, la soberbia, la falsa ciencia, la palabra, el pensamiento y una decena más de temas, un volumen lleno de sabiduría que contiene pequeñas ideas o máximas muy redondeadas que parecen contenerlo todo.

Como cuando se refiere particularmente a la soberbia: “Vivir con una persona sólo es fácil si no te consideras superior y mejor que ella, ni la consideras a ella superior y mejor que tú”.

O abunda en la vanidad: “Cuanta más gente crea en una misma cosa, más prudente debemos ser con respecto a esa creencia y más atentamente debemos examinarla”.

También en la vida y el presente: “No existe el tiempo, sólo existe el instante. Y en el instante está toda nuestra vida. Por eso hay que poner en él todos nuestros empeños”.

Y la palabra: “Nos escandalizamos frente a los delitos del cuerpo: comió en exceso, golpeó, cometió adulterio, mató... y no damos importancia a los delitos de la palabra: habló mal de alguien, ofendió, traicionó, escribió o publicó palabras nocivas que pervierten...

Y, sin embargo, las consecuencias de los delitos de la palabra son mucho más graves y significativas que los delitos del cuerpo. La diferencia únicamente está en que el mal causado por los delitos del cuerpo se ve enseguida y del mal que causan los delitos de la palabra no nos damos cuenta, porque se manifiestan muy lejos de nosotros, tanto en el tiempo como en el espacio”.

Pero también está Cristo de nuevo crucificado, una novela que podría ser definida como una burla estridente en torno a las instituciones y las vocaciones religiosas, en donde se cuenta la historia de Likóvrisi, una aldea que a principios del siglo XX prepara la dramatización de la Pasión de Cristo.

 

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La elección de los personajes recae en el Consejo de Ancianos, un grupo de personajes que no brilla por su integridad y las decisiones se realizan de forma tendenciosa, aunque los elegidos intentan adoptar la esencia del papel que les ha tocado.

Sin embargo, la mayor prueba llega cuando los habitantes de una población cercana, arrasada por el ejército otomano se refugian en Likóvrisi y ese hecho crea divisiones entre los vecinos: mientras algunos ciudadanos quieren recibirlos, por otro lado el pope (sacerdote) y los ancianos se niegan a acogerlos y demuestran que, si Cristo volviera a visitarnos, habría más de uno dispuesto a lavarse las manos y muchos a crucificarlo de nuevo.

Recordemos que tanto Tolstói como Kazantzakis, eran profundamente cristianos y al mismo tiempo profundamente anticericales, los dos”, explica Ancira.

¿No es una contradicción?, se le cuestiona. “No, señor. Una cosa es el cristianismo y otra la iglesia. Además, ambos autores están contra la iglesia; fueron excomulgados. Así que el cristianismo de ambos es una relación directa con Dios”.

¿Cómo definiría esta novela? “¡Es un novelón!, una narración polifónica que toca muchísimos temas y desde distintos puntos de vista; una novela que no se puede leer linealmente, porque cada personaje tiene una gran cantidad de recovecos. Pero al traducirla todo el tiempo tuve a Tolstói como telón de fondo”.

¿Cómo explicaría la forma como le ha influido todo este panorama de traducciones? “Bueno, de alguna manera soy el producto de mi autores, porque cada uno ha dejado su sello y ha hecho algo conmigo. Yo no sé cómo era antes, sólo sé cómo soy ahora y es gracias a mis autores”, concluye.

 

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