Pequeña luz
Hemos sido testigos de un US Open que resulta por demás esperanzador, sobre todo por la inmensa luz generada en las actuaciones de la capitalina Renata Zarazúa.
El tenis mexicano, que tantas alegrías generó durante las décadas de los años sesenta, setenta, ochenta y aún en los noventa, ha vivido una oscuridad terrible de la que pareciera difícil encontrar una salida, pero que, afortunadamente, me parece, comienza a verse un halo de luz, pequeño, pero, al fin, un poco de luz.
Si bien las glorias del añorado Rafael Pelón Osuna, así como del gran Raúl Ramírez, nos dieron innumerables satisfacciones, las últimas dos décadas han sido de decepción tras decepción, todo ello generado desde las, también, muy oscuras gestiones al frente de la Federación Mexicana de Tenis, situación que, lamentablemente, hoy continúa, con directivos que se han aprovechado del tenis sin generar nada que valga la pena relatar para sacar del letargo al deporte blanco de nuestro país. Los federativos del tenis han sido algo muy cercano a una historia de terror, sin final feliz, sin poder resaltar, si acaso, alguna acción positiva a favor del deporte, todo se les va en sus intereses, en sus negocitos y nada más.
Venturosamente, hemos sido testigos de un US Open que resulta por demás esperanzador, sobre todo por la inmensa luz generada en las actuaciones de la capitalina Renata Zarazúa, mujer de dinastía tenística que, de la mano de sus padres y hermanos, ha llegado a competir hasta las grandes ligas del tenis femenil, no sólo poniendo la bandera de nuestro país en los cuatro Grand Slams, sino provocando que nuestras niñas tenistas se ilusionen en llegar tan lejos; un esfuerzo familiar digno de ovación, un éxito total. Muchas gracias a los Zarazúa, en especial a Renata por las alegrías generadas en los aficionados mexicanos que le han ovacionado con inmenso cariño en estos días en el abierto estadunidense.
Por su parte, el yucateco Rodrigo Pacheco logró avanzar a la segunda ronda del torneo clasificatorio, un avance menor, pero que rompe una racha sin ningún mexicano en singles, siquiera en el torneo previo se terminó con una racha maldita de 18 años, algo lastimoso e inaudito, sencillamente México dejó de existir en el tenis al más alto nivel por décadas, mención aparte merece Santiago González, que en dobles ha puesto con firmeza la bandera de nuestro país y, en tiempos recientes, Mickey Reyes Varela. No se puede cantar victoria, pero vienen grandes cosas para el tenis nacional, esfuerzos de la sociedad civil, esfuerzos de apasionados del tenis que, ante la inacción e ineficacia de las autoridades de ese deporte, han dado pasos para generar un poco de luz en las tinieblas.
