La tragedia Yankee
Thurman Munson no dejó de ser capitán hasta los últimos instantes de su vida. El catcher de los Yankees había fallado en su intento de completar un aterrizaje limpio ante la emergencia al mando de su aeronave Cessna Citation, la cual ya había perdido un ala, tumbó las ...
Thurman Munson no dejó de ser capitán hasta los últimos instantes de su vida. El catcher de los Yankees había fallado en su intento de completar un aterrizaje limpio ante la emergencia al mando de su aeronave Cessna Citation, la cual ya había perdido un ala, tumbó las copas de los arbustos y se arrastraba sin rumbo sobre la maleza, hasta que frenó su viaje al chocar con un enorme tronco. “¿Están bien?”, alcanzó a preguntar a sus dos acompañantes antes de perder el conocimiento.
El flamante avión, decorado con rayas azules y que estaba marcado con el N15NY, lo había comprado Munson unas semanas antes por 1.4 millones de dólares. Luego del accidente, la aeronave comenzó a ser devorada por las llamas, aunque sus acompañantes salvaron la vida gracias a la pericia del beisbolista durante el accidentado aterrizaje. El catcher de los Yankees no reaccionaba y estaba atrapado inconsciente en su asiento. La fractura de cuello y los fierros encima de su cuerpo impidieron a su amigos rescatarlo. Las llamas aumentaban y sólo había tiempo de brincar hacia el bosque.
Munson murió en el accidente en Canton, de donde era originario. Aquel 2 de agosto de 1979 se marcó como la tragedia más grande para un jugador de los Yankees en su historia. El capitán apenas había celebrado un bicampeonato con sus compañeros en el otoño anterior.
Aquel fatídico día, los Yankees tuvieron descanso, por lo que Munson decidió ir a visitar a su esposa y tres hijos. Tenía una cita de negocios y no tenía planes de volar esa tarde, pero el gusto de tener a esa aeronave cerca y mostrarla a sus amigos, marcó su destino.
La vida de Munson fue acompañada por la rudeza desde su niñez. Los entrenamientos de beisbol con su padre, un agresivo y malhumorado camionero, se convertían en un reto violento. Mientras el pequeñó atrapaba más esféricas, su progenitor aumentaba la fuerza de sus batazos. Los botes, en el terreno disparejo, provocaban que la pelota golpeara de lleno en la cara de Thurman, quien, con la nariz sangrante, se mantenía firme para fildear, incluso hasta la madrugada.
Munson fue por nueve años el catcher de los Yankees. En su carrera ganó el Novato del Año y la distinción de Jugador Más Valioso. Su imagen desalineada, bigote y el famoso peto naranja lo marcaron al igual que su fiereza para jugar en la posición más difícil. Era un líder nato y se convirtió en uno de los favoritos de los aficionados.
Los malos tratos con la prensa se transformaban en oportunos consejos a los lanzadores, quienes se dejaban guiar por el trabajo del catcher. Era un altruista silencioso y nunca se aprovechó de su categoría de estrella de los Yankees.
A 46 años del fatal accidente, Thurman Munson sigue presente y no necesitó llegar al Salón de la Fama para convertirse en leyenda.
