Arturo Xicoténcatl

Arturo Xicoténcatl
El espejo de tinta

Ekecheiria tuerta

19 de Marzo de 2024

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Los heraldos de la paz, los espondóforos, salían de Olimpia y se dirigían hacia los cuatro puntos cardinales de la Grecia continental y los pueblos pelásgicos helénicos para anunciar el año olímpico; además, que entraba en vigor el cumplimiento de la tregua sagrada que los griegos llamaban Ekecheiria. Se afirma que allá por el año 884 a de C. los reyes de Pisa, Elida y Esparta acordaron que durante el año olímpico debería evitarse toda manifestación bélica e incluso portar armas. Lo esencial del acuerdo se grabó en un disco de hierro a la entrada del templo de Hera, con una inscripción: “Olimpia es un lugar sagrado. El que se atreva pisar esta tierra con fuerza armada, será condenado como hereje. Hereje es también todo aquel que no castigue un delito si está en sus manos poder hacerlo”. La Ekecheiria se respetaba en toda Grecia. Eran otros tiempos con otro sentido y otros valores morales. Leo el domingo, en Adrenalina, una información de Reuters fechada en Kiev en la que Emmanuel Macron, presidente de Francia, dice que a “Rusia se le va a pedir que observe alto al fuego en Ucrania durante los Juegos Olímpicos. Ellos deben hacerlo”. “La norma del país anfitrión es moverse al ritmo del movimiento olímpico”. La información finaliza con una declaración de la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, en la que expresa que ella preferiría que “rusos y bielorrusos no vinieran a participar”. Como buen europeo, buen occidental, Macron ve con un solo ojo los acontecimientos mundiales y, con el otro, no desea ver el otro conflicto bélico, el de Israel en Gaza. Dice Macron, “moverse al ritmo del movimiento olímpico”… “Éste es un mensaje de paz”, en frases que se pueden interpretar como impregnarse del espíritu olímpico, de paz, armonía universal, punto que no comparte la alcaldesa. La Carta Olímpica preconiza la relación universal de los deportistas. Y en una de sus líneas marca que la competencia en JO es entre individuos, no entre naciones. El mundo no es como uno lo desea sino como es. Observamos en las expresiones la parcialidad y los diferentes pesos y medidas en el criterio del mundo occidental, europeo, estadunidense y anglosajón cuando se coloca en la balanza a rusos, chinos, asiáticos y, en el otro plato, a los países aliados. La guerra obedece a diversos y múltiples factores. Descarnadamente, el historiador suizo Jacob Burckhardt dice que un país fuerte invade a otro débil porque, de no hacerlo, otro lo hará. No sólo el odio y la codicia mueve a la guerra. Allá por 2007 expresé aquí, durante una época de tensión entre Rusia y China, que estos países ahora en pugna se van a unir para proteger su cultura, sus grandes bosques, yacimientos de gas, petróleo, oro, plata, litio, de la codicia de su enemigo común. Se combate para rechazar, defender y consolidar ideas, cultura, costumbres, religiones, creencias. Los testimonios de la historia revelan que las guerras son inevitables. Si se exhorta a la paz para cumplir con el principio de la Ekecheiria, el llamado debe ser universal y la invitación, por igual, abierta a los atletas de todo el mundo. Sin diferencias.

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