Arturo Xicoténcatl

Arturo Xicoténcatl
El espejo de tinta

Basura podrida

26 de Marzo de 2024

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El mundo es como es; no es como se desea. Hesíodo y Plutarco fueron, acaso, de los primeros en enfatizar el poder de la emulación, el impulso que lanza a los hombres a imitar e, incluso, superar las virtudes de los mejores en los diversos quehaceres del hombre. “El artista emula al artista, el alfarero, al alfarero…”. Al hablar de virtud se puede pensar en acciones limpias y honestas. Lo primero sería lo ideal. Pero, en la práctica, no es así. En el campo deportivo el papel del campeón, en especial el olímpico por su divulgación y proyección universal asociada al juego limpio, arquetipo de coraje, esfuerzo, espíritu de lucha contra la adversidad, enorme capacidad a la frustración, juega esencial importancia en la progresión y proselitismo de su disciplina. La emulación ocurre en otros campos, aunque de manera torcida. Hay quienes imitan, admiran y defienden la mediocridad, la banalidad, de personajes de la política y la sociedad. Incluso se admira y se aplaude lo banal y vulgar. En días pasados llamó la atención el nadador James Magnussen, medalla de plata en los 100 m nado libre en los JO de Londres 2012, doble campeón mundial, por su abierta declaración de doparse, de emplear sustancias prohibidas, con el objetivo de ganar un millón de dólares si rompe el RM de los 50 m nado libre, 20.91, en poder del brasileño César Cielo Filho desde 2009, en el Campeonato Mundial de Roma. Época en que se autorizó el dopaje tecnológico con los trajes de alta tecnología, fabricados con poliuretano, que permitieron la ruptura de 159 RM en pileta corta y olímpica en 2008 y 2009. Magnussen tiene 32 años edad. Y su mejor marca fue de 21.52. Bajo un prisma deportivo, es prácticamente imposible. Si se dopa puede levantarse una interrogación; dopaje tanto en el cuerpo como en el diseño y características del traje de baño. Su toma de decisión fue una respuesta a la invitación del millonario australiano Aron D’Souza quien, tal vez, en un instante de tedio y vacío, con la resonancia de un flato, positivo en el laboratorio, tuvo la ocurrencia de organizar una singular competencia en la que se va a permitir flagrantemente el dopaje. Son signos de la época. Podrían celebrarse el próximo diciembre con pruebas en atletismo, natación, halterofilia, gimnasia y disciplinas de combate. Se les llama Enhanced Games, pero en realidad el marbete sería el de Carreras Podridas. Sin ninguna intención moralista, aunque se argumenta y se justifica que tendrán un carácter científico con el fin de valorar los límites de la capacidad humana y las consecuencias en el competidor dopado, más allá de los riesgos potenciales de los deportistas, y como se trata de una esfera totalmente ajena al COI y a las federaciones internacionales, señalo lo que me parece una irresponsabilidad. Olvidemos la piedra angular del deporte: el concepto de lucha en igualdad de circunstancias. La oculta malicia de estimular la conducta irracional a imitar de la manada. Doparse por codicia. Siempre hay un roto para un descosido. Hay un millón de dólares en la flauta de Hamelín; más de uno podría sumergirse en el río.

 

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