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Ganó Trump (incluso si pierde)

Yuriria Sierra

Yuriria Sierra

Nudo gordiano

Noche larga, seguramente. Para el momento en que escribo estas líneas, Florida es, otra vez, el estado espejo, el que retrata con precisión esa división que en los últimos cuatro años encontró aliento en la Casa Blanca. Los votos en ese territorio, sin dar margen claro de quién se llevará los delegados que corresponden, ya tienen candidato. En las proyecciones previas a este martes, el favorito era Joe Biden, no sólo en Florida, sino también en las estimaciones totales. Deseo o certeza. Lo sabremos pronto.

De lo que estamos (tristemente) seguros es que aun con la derrota de Donald Trump, con esa postal de su salida de la Casa Blanca, su sombra perseguirá a un país quién sabe por cuánto tiempo y quién sabe con qué alcance. Cuántas veces lo dijimos tantos en el planeta cuando vimos que su primera campaña tomaba vuelo: tiene que ser una broma.

La victoria del republicano en 2016 costó mucho trabajo de asimilar. Cómo alguien con espíritu tan profundamente pendenciero, arrogante y, sobre todo, tan racista, misógino y bravucón, podría convertirse en el presidente del país más poderoso del mundo.

Cómo ese personaje al que vimos bailar una entrega del Emmy, que lo mismo hacía cameos en películas que en programas de NBC, ése que se burlaba de él mismo en SNL, cómo esa figura que hasta 2015 parecía tan detestable, sí, pero inofensiva, se convirtió en la cabeza de un movimiento que en él encontró representación, un movimiento que creíamos extinto, pero sumamente peligroso.

Así como resulta inexplicable que, a pesar de lo que está escrito en la historia, el nazismo tenga adeptos hasta el día de hoy; así también resulta impensable la polarización entre la que hoy avanza la humanidad.

Aun con la pandemia, líderes en el mundo se empeñan en hacernos avanzar (sic) a partir de discursos de división. Y en el entendido de que cualquier odio termina germinando en las sociedades, a Donald Trump le bastó para sembrarlo y alimentarlo en esa base suya que hoy se siente envalentonada.

La bandera confederada que se izó cada vez en más y más porches de casas en localidades del sureste de Estados Unidos y en estados del centro. Cada vez más imágenes que dieron la vuelta en redes, de ciudadanos estadunidenses que reclamaban tránsito y permanencia exclusiva a quienes compartían idioma y color de piel. Personas furiosas por las medidas restrictivas ante el covid-19 que encontraron comprensión en su presidente, por algo hicieron ayer del no uso del cubrebocas un statement al momento de ir a emitir su voto.

 

 

 Ahí está el éxito de Donald Trump. Sin importar el resultado de la elección, tiene un legado claro. Aunque con él fuera de la Casa Blanca la narrativa de Estados Unidos podrá cambiarse, fuera de la Sala Oval seguirá el halo discursivo de un presidente que empoderó a un grupo de la sociedad que estará en busca de un nuevo representante. En democracia no aplica “derrotado el perro, derrotada la rabia…”. Aunque, claro, mucho ayuda liberar los caminos y vacunarnos ante una posible nueva amenaza.

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