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López Obrador, el mejor presidente

Vianey Esquinca

Vianey Esquinca

La inmaculada percepción

No cabe duda que Andrés Manuel López Obrador es el mejor presidente, el problema es que está equivocado de tiempo, país, lugar y algunos dirían que incluso de universo.

Así, mientras algunos gobernantes han sido famosos por adelantarse a su época, en el caso del tabasqueño sucede exactamente lo contrario. La constante del Presidente es que parece estancado en las páginas de un libro viejo de historia sin una evolución.

Su discurso en el Consejo de Seguridad en la ONU fue una muestra palpable de las circunstancias que vive, siempre desfasado, ajeno a la realidad nacional y mundial; viviendo y gobernando a su manera, sin importar si fija una postura frente a líderes mundiales o en la mañanera. No sabe modelar su discurso a las audiencias, para él las audiencias son las que deben adaptarse a su narrativa e interés, y así no es como funciona la comunicación de un estadista, de un líder mundial.

Tal vez en México, su “me canso ganso”, “la mafia del poder”, “soy el Presidente más atacado desde Madero” funcionan porque conoce a la gente a la que le habla, sabe cómo conectar, pero el discurso de Tabasco para el mundo requiere mucho más esfuerzo y oratoria. Por eso, francamente, nadie esperaba que el discurso que dio el martes pasado cimbrara al mundo, incluso los medios internacionales prácticamente lo ignoraron.

Tal vez ese discurso hubiera estado bien en otro escenario o en otra época, pero no en el año 2021. El Presidente debe entender de una vez por todas que el mundo es algo más que Macuspana.

Esto por supuesto no fue obstáculo para que la diputada morenista Patricia Armendáriz propusiera al mandatario como candidato al Premio Nobel de la Paz por la presentación de su Plan Mundial de Fraternidad y Bienestar. ¡Qué maravillosa idea de la legisladora! Pero no debió quedarse ahí, el Presidente lo merece también por su trabajo a favor de que haya “abrazos, no balazos” que tiene tan contentos a los cárteles mexicanos. Seguro ellos serían los primeros en aplaudir tan encomiable propuesta y financiarían la campaña a favor de la postulación.

Pero, ya entrados en gastos, ¿por qué conformarse con el Premio Nobel de la Paz? Bien podría proponerlo para obtener el de Medicina, el cual podría compartir con el laureado doctor Hugo López Gatell. Ambos podrían ser acreedores de la condecoración por sus investigaciones en el no uso del cubrebocas para combatir la pandemia por covid-19. Además, el mandatario podría obtenerlo fácilmente al descubrir al “detente y al escudo protector de la honestidad” como remedios contra tan temido virus.

Junto con Manuel Bartlett podrían ganar el Premio Nobel de Química por ser el primer país en el mundo en encontrar la fórmula para detener el cambio climático usando combustibles fósiles.

Por supuesto, también podría obtener el Nobel de Economía por el modelo económico que ha instrumentado en México llamado Primero los Pobres y que ha sido tan exitoso que 6.3 millones de mexicanos dejaron de ser clasemedieros para pasar a la clase baja, según el Inegi.

Pero, si por algún motivo el jurado de los premios Nobel resulta neoliberal y se niega a ver las fundamentales contribuciones del presidente López Obrador al mundo, incluso al universo, y le niegan cualquiera de los galardones, la diputada Armendáriz y sus correligionarios morenistas siempre podrán proponerlo para ocupar el premio Pulitzer, el Príncipe de Asturias, la Diosa de Plata o el premio TV y Novelas, de perdida. Que no decaiga el ánimo. 

Lo que es un hecho es que Andrés Manuel López Obrador tiene razón en señalar que es un presidente incomprendido de su tiempo, de manera sencilla porque ¡no vive en su tiempo!

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