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¿Floreros o secretarios?

Vianey Esquinca

Vianey Esquinca

La inmaculada percepción

El 1º de julio, el presidente Andrés Manuel López Obrador festejó el segundo aniversario de su triunfo electoral y aunque parezca que él gobierna solo, la verdad es que lo acompañan 19 secretarios de Estado.

¿Quiénes son estos funcionarios y qué papel han jugado en estos dos años? De acuerdo con el último estudio de la Central de Inteligencia Política (CIP), que hace un Análisis de Reputación Mediática de Actores (A.R.M.A), en mayo, los tres secretarios más populares fueron los de la Sedena y de la Semar, Luis Sandoval y José Rafael Ojeda. Ellos tienen la fortuna de liderar las dos instituciones con mejor reputación del gobierno entre la población, así que poco tienen que hacer para tener buena imagen.

El secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, alias El Milusos, también ha logrado destacarse porque, básicamente, es quien opera las ocurrencias del Presidente y lo saca del atolladero. En esa lista también se cuela Arturo Herrera. El secretario de Hacienda podría ser fácilmente candidato a santo, ya que le ha aguantado al Presidente que lo haya desmentido como a ningún otro funcionario.

Hay otro segmento de secretarios: los que han decepcionado. En esta categoría se encuentra Olga Sánchez Cordero, secretaria de Gobernación, de la que se esperaba mucho más. Sin embargo, su silencio cómplice y su falta de operación política la ubicarían más como un florero que como una funcionaria de alto nivel.

Aquí también se encuentra Víctor Manuel Toledo, secretario de Medio Ambiente, quien le ha pasado al Presidente proyectos como la Refinería Dos Bocas, el Tren Maya o los acuerdos para acotar las energías limpias.

Volviendo al estudio A.R.M.A, los secretarios más impopulares en mayo fueron Jorge Alcocer Valera, secretario de Salud, quien podría ganar el premio de florero mayor; Rocío Nahle, secretaria de Energía, y Alfonso Durazo, secretario de Seguridad. Irónicamente, entre más críticas por su trabajo cosechan, el Presidente más los apoya y defiende.

A esta categoría habría que sumar a Irma Eréndira Sandoval, titular de la Función Pública, quien es más famosa por sus tuits y sus constantes peleas, por exonerar a Manuel Bartlett y tener muchas propiedades, que por los resultados obtenidos en su lucha contra la corrupción.

Están los secretarios “ni frío ni calor”. Estos secretarios generalmente tienen un perfil muy bajo, ocasionalmente, levantan su cabecita para luego volverse a esconder. Aquí se encuentran Miguel Torruco, secretario de Turismo; Esteban Moctezuma, titular de la SEP; Luisa María Alcalde, secretaria del Trabajo, a quien, además, convirtieron en maestra de ceremonias de las conferencias vespertinas del gobierno federal, quitándole toda envestidura de secretaria de Estado; Graciela Márquez Colín, secretaria de Economía, que tiene altas y bajas y María Luisa Albores, secretaria del Bienestar. También podría entrar Javier Jiménez Espriú, secretario de Comunicaciones y Transportes, pero primero habría que checar si sigue siendo funcionario, pues lleva tiempo fuera de los reflectores.

En la última categoría están los fantasmas. El directorio de Presidencia los menciona, pero nadie puede asegurar con certeza que existan. Pocos recuerdan su nombre, pero lo peor es que, difícilmente, alguien podría externar algún logro. En la lista están: Víctor Villalobos, secretario de Agricultura y Desarrollo Rural; Román Mayer Falcón, secretario de Desarrollo Agrario Territorial y Urbano, y Alejandra Frausto, secretaria de Cultura.

Así, en lugar de meterse con los órganos autónomos intentando tomar el control, el mandatario debería voltear a ver a sus propias secretarías. En los que no sólo se requiere honestidad —en duda en el caso de algunos secretari@s—, sino también eficiencia, rubro en el que la mayoría de su gabinete falla.

 

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