El silencio de ¿los inocentes?

En la 4T cuando el escándalo es ajeno, hay indignación; cuando es propio, silencio cómplice.

En el gobierno federal y en Morena, el silencio es política de Estado. No ese silencio zen de los iluminados, sino el silencio conveniente de quien prefiere no ver al amigo haciendo el ridículo con una pala de pádel en la mano mientras jura “sesionar” desde la cancha. Cuauhtémoc Blanco resultó que, además de acosador y pésimo diputado, ha desarrollado la habilidad del multitasking legislativo, pasa lista con la derecha y remata con la zurda. A fin de cuentas ¿quién necesita leer dictámenes cuando puede leer el saque del rival? Cada uno tiene su forma de servir a la patria, unos con leyes, otros con palas. Eso sí, que no hubiera sido un diputado opositor al que cacharan jugando pádel porque entonces sí, seguro se hubieran registrado sermones sobre la frivolidad y el neoliberalismo deportivo.

Ante el video que circuló a lo largo y ancho de redes sociales y medios, la presidenta Claudia Sheinbaum tan presta y precisa para hablar contra los excesos de la oposición, decidió que no le convenía la polémica y sólo señaló que los diputados eran quienes debían definir su manera de trabajar. Ni un esbozo de condena ni un “los legisladores deben respetar su cargo” o “no se legisla en shorts”, vamos, aunque hubiera sido un tibio llamado a la responsabilidad pública. Nada. Ése es precisamente el común denominador de la 4T, cuando el escándalo es ajeno, hay indignación; cuando es propio, silencio cómplice.

Algo similar ocurre con quien no sale de una polémica cuando ya está en otra. Ahora, después de que lo ventilaron en Coahuila usando un avión privado, Gerardo Fernández Noroña decidió ejercer el turismo legislativo iniciando un peregrinaje hacia Palestina, según él en misión de solidaridad, con viaje pagado por un gobierno extranjero. En tiempos del PRI eso se llamaba dádivas, ahora el concepto se ha rebautizado como gestos de hermandad internacional. La austeridad republicana se predica en el púlpito mañanero, pero se practica en aviones privados y canchas de pádel.

Por supuesto nadie en Morena se atrevió a cuestionar a su controvertido aliado. Ni siquiera quien lo sustituyó como presidenta de la Mesa Directiva en el Senado. Laura Itzel Castillo, quien sólo atinó a decir: “Pregúntenselo a él”. Así, queda claro que cuando un compañero se mete en problemas, inmediatamente activa el protocolo de autopreservación, mirando hacia otro lado, fingiendo que el tema ni siquiera existe y culpando a los medios.

El encubrimiento se ha vuelto una doctrina del movimiento guinda. Esto también está pasando con el senador Adán Augusto López, el político donde todos los caminos del lodazal político parecen converger, desde acusaciones de vínculos con el crimen organizado hasta relaciones con personajes que no pasarían ningún examen de control de confianza. Se puede estar cayendo a pedazos la reputación de la morenista, pero la Presidenta lo protege (públicamente). Tal vez no quiera cargar con un muerto (político) o simplemente está midiendo los tiempos porque teme que, si tira de ese hilo, el suéter del partido puede llenarse de hoyos.

Cada silencio que encubre a un Blanco o un Noroña o un López (incluyendo a la familia del expresidente) erosiona un poco más esa autoridad moral que dicen tener los morenistas. No se gobierna igual cuando se empieza a justificar lo injustificable.

La buena noticia es que un modelo así tiene fecha de caducidad. En la historia política mexicana existe un PRI que creyó tener el poder eterno hasta que los escándalos, la complicidad, el hartazgo y su propia soberbia lo mandaron a casi su extinción. La mala noticia es que no queda claro cuándo sucederá.

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