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Más homicidios dolosos contra mujeres

Ruth Zavaleta Salgado

Ruth Zavaleta Salgado

Zurda

Una imagen dice más que mil palabras, pero en el caso de una gráfica de incidencia delictiva puede resultar engañosa. Eso es lo que pasa con las estadísticas de homicidios dolosos que publica mes con mes el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, porque si miramos sólo la gráfica mensual y la comparamos con los otros meses del año, es cierto, como lo dice Rosa Icela Rodríguez, secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana, los homicidios dolosos van a la baja.

Pero, si vemos la gráfica de homicidios dolosos dividida por sexo, los de los hombres bajan, pero los de las mujeres crecen y, si comparamos los datos de este sexenio contra el anterior, casi llegan al mismo nivel de 2018. Es decir, los homicidios dolosos crecieron, exponencialmente, pero a principios de este sexenio (con base en los datos del Inegi, en 2021, hubo 35,318 homicidios dolosos). Por otra parte, no se contabilizan las desapariciones forzadas, que también pueden ser homicidios dolosos, pero como no se encuentran los cuerpos, entonces nunca se registran como tales.

¿Por qué crecen los homicidios dolosos en el caso de las mujeres? No tenemos una respuesta certera, podríamos pensar que, quizás, ha crecido la participación femenina en algunas “actividades peligrosas” y, por lo tanto, sufren las consecuencias, pero, tal vez, hay una respuesta más sencilla: algunos gobiernos estatales intentan disfrazar los datos de feminicidios. Aun si fuera así, éstos también siguen creciendo. En este mismo espacio ya habíamos observado esta tendencia y se confirmó con los datos publicados esta semana: De mayo a junio crecieron los feminicidios de 84 a 89, y los homicidios dolosos de 265 a 281. En el caso del homicidio culposo hubo una ligera baja al pasar de 350 a 343.

Normalmente, los datos de homicidios culposos no se toman en cuenta para analizar la violencia homicida, porque se supone que la acción no se hace con intención, pero en ese rubro de datos se incluyen los suicidios o la muerte “por accidente”. Con base en los datos de la OMS, la violencia cotidiana que sufren las niñas y mujeres puede motivar problemas relacionados con la salud reproductiva, sexual, mental y conductual, por ende, esto puede tener consecuencias fatales. Algunos ejemplos de esto son: complicaciones del embarazo o aborto espontáneo, infecciones de las vías urinarias, depresión, estrés, trastornos de ansiedad (por trastorno por estrés postraumático), uso nocivo de alcohol u otras sustancias, autoagresión e intentos de suicidio.

Aun cuando no se llega al feminicidio u homicidio doloso, la intención de hacerlo sigue creciendo. Así se traduce el hecho de que las denuncias por lesiones dolosas, aun cuando disminuyeron este mes (de 6,597 a 6,071), siguen siendo muy altas; además, el comportamiento de la curva en la gráfica es muy clara, es de picos altos y bajos de forma intermitente, es decir, bajan un poco un mes, pero al siguiente vuelven a subir más.

En resumen, para tener una radiografía exacta de la violencia contra las mujeres, tendríamos que tener más datos desagregados. Con ello podríamos dimensionar la magnitud del problema y se podrían generar programas y acciones más certeras para prevenir, frenar y erradicar la violencia por razón de género. Esto no es imposible de lograr. Ya existe el Sistema Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres, que se creó desde hace más de dos sexenios, con la intención de que fuera “un mecanismo interinstitucional que coordina esfuerzos, instrumentos, políticas, servicios y acciones para garantizar el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia”, pero su funcionamiento es limitado porque, aunque funciona desde la coordinación del ámbito federal, mediante la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres (Conavim), los gobiernos estatales no han reproducido ese modelo para el ámbito municipal y comunitario.

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