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Recuento de Navidad (microcuento)

Ricardo Peralta Saucedo

Ricardo Peralta Saucedo

México correcto, no corrupto

Como cada año, la familia se organiza para reunirse en Navidad.Unos primos lejanos, otra vez, como cantaleta, ensayan sus propósitos para el siguiente año.Nunca han cumplido uno solo, de hecho, tal es la vergüenza que ya solamente vienen tres a la cena; antes ocupaban todos los espacios de la mesa. Tenían forma de robar si están los cubiertos.

La gran reunión familiar está encabezada por los grandes patriarcas que lideran la familia, los que son reconocidos por su amor y fidelidad a la sangre, a las tradiciones, a lo espiritual, siempre fomentando la unión de todos nosotros, mi querido abuelo More, como cariñosamente le decimos.

El tío Pánfilo, aunque de cuna humilde, siempre ha creído que su sangre española de tercera generación y su color blanco son hechos de superioridad frente al resto de la familia. La verdad es motivo de comicidad, que ahora raya en el bullying familiar.

Yo lo disfruto muchísimo, porque él en verdad lo cree; un día dijo que en su árbol genealógico había antepasados de Malta; es por ello que le pregunté que si era como la raza de perros, ¿eres Maltés?

Pobre tío Pánfilo, nunca se casó, siempre añorando una familia nuclear, deseando en secreto encabezar la familia; criticando, que si el arete en la nariz de Paloma, que si las rastas de Gerónimo, que si Lucía está muy gorda y morena. Vive en su mundo de fantasía, pobre, creo que le queda poco tiempo.

Mi abuela Elisa, que se crió en el Puerto de Veracruz, de 4 palabras que dice, 6 son groserías, lo ve de reojo y le dice: imagínate lo que estoy pensando de ti %#}%*, Pánfilo. ¡Todos explotan en carcajadas! Él se pone como ciruela y se retira casi con llanto infantil.

Mi abuela Güera es la típica mujer que todos quieren abrazar, sus abrazos son fraternos y silenciosos, pero muy reconfortantes. Ella es de Chiapas, el abuelo More así le dice: eres güera como el café.

Al momento de la cena, los abuelos toman la palabra. Mi amada abuelita May comienza dando gracias a Dios por todas las bendiciones, principalmente por lo grande y fuerte que está la familia.

El abuelo More les pide a todos, por el bien de la familia, que lo que digan en sus brindis sea para construir y si no tienen nada de qué hablar, que permanezcan callados, que lo que no hicieron en el pasado no lo vengan a proponer ahora, que sean dignos de la familia, que no nos avergüencen más. Él es firme.

Los abuelos cortan un rico guajolote relleno de picadillo, hay ponche, tequila, piñatas y hasta un trío en vivo; ellos, como siempre, tratando de dar comodidad y queriendo satisfacer a todos los invitados, incluso hasta a los gorrones.

La mesa está repleta, la familia está compuesta por gente de la costa, de la montaña, muchísimos chilangos, parientes entrañables del norte y del Bajío; qué agradable escuchar tantos acentos como en el país entero hay; otros hasta en inglés hablan, son de familia que emigró al extranjero hace muchos años y que viene a cargarse de México.

Esta Navidad es especial, la familia está esperanzada, llena de ilusiones y esperando muchas cosas buenas por venir. Ver a los patriarcas tan fuertes, a mi tío Beto, a todos tan llenos de vida y esforzándose por nutrir de sus mejores enseñanzas a las nuevas generaciones, para acrecentar y dar dignidad a nuestro clan.

Siempre añoré una familia así, en unidad, no importando las enormes diferencias, lo valioso que resulta ser la discusión y lo importante de discernir, pero mantenerse siempre en la reconciliación, en el respeto, el reconocimiento de los errores, recapacitar y enmendarse.

En el recuento de la Navidad, lo interesante es lo grande que es ahora la familia, el reto es todavía integrar a más; aquí en casa, se aprenden los valores, la honestidad, el respeto, la ética, la integridad y el amor. Es una forma de renacer, de reinventarnos y de contagiar a los demás la alegría de hacer todo en favor de los demás.

Profesor de la Facultad de Derecho de la UNAM

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