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La Constitución de la Cuarta Transformación

Ricardo Peralta Saucedo

Ricardo Peralta Saucedo

México correcto, no corrupto

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos fue promulgada por el primer jefe del Ejército Constitucionalista y encargado del Poder Ejecutivo, quien se convirtió en el Presidente de México número 42, el general Venustiano Carranza. En realidad, nuestra actual Carta Magna es una reforma de su antecesora promulgada en el año de 1857; lo cual ayudó a brindar continuidad.

Hoy, la Constitución mexicana tiene 136 artículos y, según la numeralia de la Cámara de Diputados, 233 reformas —la última promulgada el 27 de agosto de 2018— y 707 modificaciones, si se contabilizan por artículo. La parte más cambiada y adicionada ha sido el artículo 73 —el cual establece las facultades del Congreso de la Unión— con un total de 79 reformas.

Con independencia de esto, el actual movimiento de regeneración tiene grandes retos y responsabilidades frente al tratamiento de nuestro texto fundamental o lo que será la Constitución de la Cuarta Transformación. Es necesario que la Carta Magna del Estado mexicano sea reformada, no a favor de las grandes empresas transnacionales ni de los capitales internacionales. Hoy no hay cabida para el entreguismo. Es momento de reformar en favor de los mexicanos.

Por ejemplo, a favor de aumentar los delitos de prisión preventiva oficiosa y los relacionados con delitos vinculados con el huachicol; actividad que recientemente le ha costado a la nación mexicana 107 muertos y 40 personas lesionadas. Todo por la euforia de la impunidad.

Una vez que el Congreso de la Unión asuma la responsabilidad patriótica del mandato del presidente Andrés Manuel López Obrador podremos tener un soporte digno para los mexicanos y para quienes aquí habitan. Donde los principios rectores de los derechos humanos sean respetados y las relaciones internacionales sigan reafirmando la no intervención y el respeto a la autodeterminación de los pueblos.

Hoy es necesario fortalecernos como país y recobrar la dignidad para convertirnos en un oasis confiable en la región. Nunca más el patio de nadie, nunca la covacha, sino un ente político sólido, con instituciones dignas que representen lo que somos realmente y que inyecten toda posibilidad de acrecentar nuestras relaciones internacionales, políticas, económicas, comerciales y el intercambio pleno de cultura.

Donde nuestra agenda no sólo sea binacional sino multinacional; explorar los más de 40 países con los que tenemos tratados comerciales.

Ser un pueblo más independiente, impulsando la producción de nuestros propios insumos, priorizando la producción nacional al mismo tiempo que hacemos negocios con los países menos corruptos. Es necesario importar las mejores prácticas en combate a la corrupción, convertirnos en un país transparente, absolutamente libre de corrupción y eliminar, de una vez por todas, la pésima percepción que se tiene de nosotros.

La Constitución mexicana no puede ser nunca más un discurso, debe convertirse en un instrumento donde existan menos escándalos y más Estado de derecho. Donde el cumplimiento a la Ley sea la premisa y no el chantaje, la extorsión de grupos, élites o el crimen organizado.

La Constitución de la Cuarta Transformación, aunque a unos les incomode, debe ser moral, legal, punitiva, coercitiva, regulatoria y de conciencia. Nuestra norma fundamental debe ser, antes que otra cosa, absolutamente incluyente y hecha a la medida de las necesidades, no de caprichos.

 

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