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Huachicol con olor a corrupción

Ricardo Peralta Saucedo

Ricardo Peralta Saucedo

México correcto, no corrupto

El tráfico de cocaína, armas, la trata de personas, incluso el contrabando de otras mercancías, dejaron de ser tan rentables como lo sería el robo de hidrocarburos en México. Hace por lo menos 25 años que comenzó la ordeña de ductos de Pemex sin prácticamente ninguna contención, por el contrario, con evidencia de contubernio. Crimen organizado de alto nivel, el negocio supera los 30 mil millones de dólares, el agravio a nuestro país es inmenso.

Hoy se conoce públicamente, desde el gobierno y las entidades federativas donde más se han robado nuestro patrimonio; las cifras son espeluznantes, en ningún país existió tal historia de terror, donde poblaciones han sido cooptadas por la mafia, cientos de lesionados por quemaduras de tercer grado, muertos de las fuerzas del Estado y por ajuste de cuentas entre delincuentes. Nunca antes se informó a la población sobre el problema y la solución... hasta ahora.

Los huachicoleros se han perfeccionado; comenzaron artesanalmente, como a la fecha algunos, perforando, succionando y llenando con embudos, cubetas plásticas y bidones, para ser transportados en camionetas pick up. Después, la venta en comunidades al pie de carreteras y caminos vecinales. Hoy, su tecnificación integra vehículos simulados, camiones de pasajeros o escolares acondicionados, de transporte de alimentos, sin asientos, sólo espacio para tanques de gran capacidad para transportar el hidrocarburo robado a la nación.

Dentro de la red de corrupción hay estaciones de servicio de gas y gasolina que adquieren el producto sustraído, ya sea de una célula de huachicoleros o de su propia “cuadrilla” de extracción. Se vende a los usuarios a los precios oficiales. La rentabilidad es inmensa, prácticamente la inversión ilícita se compensa en una variable de más del 500% de utilidad.

He ahí la suspicacia que liga al incremento de violencia en esos mismos estados, la lucha del crimen organizado por asegurar los mercados de combustible. No sólo son actos delictivos, es una prueba más del daño que causa la corrupción a la esfera social, política y económica del país entero.

La integración de diversas dependencias del gobierno de México para combatir este delito no sólo es de carácter disuasivo y persecutorio, sino de recuperación del tejido social de las comunidades donde se ha detectado el fenómeno delictivo. Son zonas marginadas y de pobreza, pero, primordialmente, de abandono por parte de malos gobiernos.

El correcto uso de tecnología, sistemas de inteligencia, desmantelamiento de estructuras financieras de empresas fachada, el fortalecimiento de penas desde la Constitución, con independencia de lo dispuesto por la Ley Federal para Prevenir y Sancionar los Delitos Cometidos en Materia de Hidrocarburos y la detección de redes de corruptos son parte esencial de las acciones iniciadas por el nuevo gobierno de México.

Resulta inaudito, pero aquí no eran considerados como graves los delitos por el robo de hidrocaburos, a pesar del gran daño social ocasionado, la mayor pena era de 12 años de prisión, pero con la regla aritmética podían alcanzar su libertad. Hoy la reforma no lo permitirá.

La gravedad alcanza a los ingresos tributarios, pues el país deja de cobrar el Impuesto Especial sobre Producción y Servicios (IEPS), Pemex no vende lo que debería comercializar y le roban lo que pudiera distribuir.

La Reforma Energética da la posibilidad a inversionistas privados para participar en el transporte y almacenaje de derivados; Pemex no es el único agraviado, hay empresas que importan o exportan combustible de y a otros países usando ductos diversos, esto toma una visión distinta del problema.

Se ha hecho una solicitud formal a la sociedad mexicana para denunciar tomas clandestinas; se ha comenzado a concientizar sobre el tremendo boquete financiero a las finanzas públicas, además del daño ecológico que causa y, claro, una vez más, la exhibición internacional del desaseo de la corrupción del México del pasado.

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