La nueva amenaza rusa
Las recientes amenazas del presidente Vladimir Putin huelen a frustración y desesperación.
Los objetivos principales por los que Rusia decidió comenzar su “operación especial” en Ucrania contrastan en demasía con lo que vemos últimamente no sólo en el norte ucraniano, sino también en la segunda fase que está llevando a cabo el poderío invasor en territorio vecino. Lejos está el accionar de liberar Ucrania de los supuestos nazis, de defender a los rusos que viven en los territorios del oriente ucraniano o de hacer pagar a los ucranianos por el autoproclamado genocidio ruso que se llevó a cabo en el Donbás entre el 2014 y 2015.
Sin tanta demagogia y hablando concretamente, el objetivo principal de Rusia ha sido controlar y ocupar Ucrania por completo, pero al fracasar y no poder tomar Kiev junto con el norte del país, la estrategia se tuvo que replantear y buscar que desde el Donbás se pueda acceder al sur, sureste, centro del país y tratar de llegar hasta Transnistria, Moldavia, el cual es un territorio independentista que colinda con las fronteras del sur ucraniano y es financiado-influenciado por el gobierno ruso desde el colapso de la URSS y su intervención en la Guerra Civil de Moldavia en 1992. Prácticamente, un territorio independentista como Lugansk, Donetsk, Abjasia u Osetia del Sur.
La semana pasada, el comandante del Distrito Militar Central de Rusia, Rustam Minnekaev, aseguró que Rusia pretende unir al Donbás con el sur ucraniano, llegando hasta el puerto de Odesa en el Mar Negro. Ante esta declaración, la preocupación llegó a Moldavia, pues Transnistria, al ser un territorio separatista prorruso en Moldavia y contar con aproximadamente mil 500 soldados rusos, podría ser utilizada por Rusia para abrir un nuevo frente militar y atacar el sur o suroeste ucraniano. Al igual, se podría llevar a cabo una guerra en Moldavia para una ocupación total.
Dos días después de tal declaración, distintos misiles explotaron en la región de Mayak, Transnistria. En la capital separatista de Tiraspol impactaron varios proyectiles en el Ministerio de Seguridad Estatal. Todo indica que es una bandera rusa falsa dentro de este territorio para avivar un estado de alarma y justificar un nuevo conflicto en la zona.
De igual manera, este martes fue destruido el puente de Zatoka en la región de Odesa, el cual conecta con Transnistria y es importante para el flujo de mercancías, civiles y armamento que proviene de Moldavia o Rumania.
Por otra parte, distintos programas de debate político en canales públicos rusos como Rossya 1 o Perviy Kanal analizan constantemente los distintos escenarios en donde Rusia podría invadir o bombardear Polonia, Moldavia, Rumania, los Países Bálticos o los vecinos del norte, justificando siempre que la culpa principal es el expansionismo de la OTAN o la rusofobia que se vive en dichos países aledaños. Sea sólo propaganda o nacionalismo ultranza, es bien sabido que Rusia desea controlar a sus vecinos mediante amenazas nucleares o ultimátums que llevan directamente a una guerra mundial.
El presidente Vladimir Putin sabe perfectamente que no puede parar su invasión, no hay vuelta atrás. Su ego no se lo permite. Se tendrá que llegar a las últimas consecuencias en Ucrania o apretar el botón nuclear ante la desesperación.
Las recientes amenazas del mandatario ruso huelen a frustración y desesperación, ante los resultados exhibidos internacionalmente en 65 días de invasión rusa.
La amenaza es real, pero ya se demostró que Rusia no es lo que tanto se presumía anteriormente.
