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La movilización que da distintas señales

Ricardo Ortiz Esquivel

Ricardo Ortiz Esquivel

Globalística

Durante un discurso pregrabado el pasado 8 de marzo y felicitando a todas las mujeres rusas por el Día Internacional de la Mujer, el presidente Vladimir Putin aseguró que no habría una movilización militar o se utiliza­rían reservistas/conscriptos en la “operación especial” llevada a cabo dentro de Ucrania. De igual manera, enfatizó que solamente es­taría luchando personal militar “profesional” durante el periodo de la operación militar.

A más de seis meses de ese discurso, el presidente ruso toma una decisión que cam­bia por completo la forma de ver la guerra dentro del país. Las palabras se las llevó el viento, la muerte y los sacrificios innecesa­rios que se viven en territorio vecino.

El ciudadano ruso promedio nunca se imaginó ser movili­zado o llamado a los cuarteles militares para ser llevado a mo­rir en Ucrania. La propaganda rusa, las mentiras y la censura establecida desde que comen­zó la guerra hicieron que los rusos no vieran o no quisieran ver la realidad de lo que verda­deramente pasaba en el país adyacente.

A siete meses de guerra, Ru­sia impone una movilización parcial que deja más preguntas que respuestas. La decisión tomada a vapor, sin planeación y sin un parámetro claro dejó estragos prácticamente horas después de que Putin apareciera en un discurso pregrabado justificando su decisión, firmando un decre­to presidencial y defendiendo el referendo de anexión de cuatro regiones ucranianas a la Federación de Rusia.

Aunque el ruso, en general, es patriota, bastante nacionalista y orgulloso de su his­toria o ejército, entiende perfectamente que las cosas no van nada bien cuando irónica­mente y de manera tan apresurada, el presi­dente ruso decide llamar a una movilización de, según, 300 mil reservistas. El fervor de defender a la patria no es para nada el mis­mo como el que se vio durante la Primera Guerra Mundial o cuando la Alemania nazi decide romper el pacto Ribbentrop-Molo­tov y le declara la guerra a la URSS. Los es­cenarios son completamente distintos y los tiempos también. Al ruso nunca le importó la muerte de los ucranianos o el que se in­vadiera Ucrania, pero sí le importa qué es lo que le pueda pasar si va a territorio vecino ante las malas noticias que empiezan a llegar después de siete meses de una fallida ope­ración militar.

Una movilización sin estructura, sin pa­rámetros fijos y sin los materiales necesa­rios, solamente le darán más problemas de mortandad al gobierno ruso. A los reservis­tas que ya se encuentran en los cuarteles militares, se les pide que lleven sus propios sleeping bags, kits de emergen­cias, toallas femeninas o tam­pones para las heridas, cascos, chalecos antibalas, etcétera. El ejército sólo puede proveer uni­formes y las armas necesarias para combatir.

Varios reportes refieren que a algunos reservistas les han dado dos días de capacitación y ya se encuentran en Ucrania. Otros refieren que serán dos semanas de preparación y des­pués serán llevados a la guerra. En general, todo parece indicar que la capacitación dada será inferior a lo que realmente se necesita.

La movilización traerá más problemas de los que ya existen dentro de los pésimos resultados en Jarkóv y el Donbás. El presi­dente Putin se juega una carta que no debía jugar. La siguiente carta es, a mi parecer, un pequeño experimento nuclear, en una zona no muy poblada de Ucrania. A menos que alguien lo detenga.

En estas dos semanas hay al menos tres señales que me llevan a decir que esto es más que sólo una movilización militar.

¿Por qué Estados Unidos y otros países insisten en que sus connacionales salgan de Rusia lo más pronto posible? ¿Hay algo que saben y nosotros no?

Lo dejo a su consideración.

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