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¿Sembrando vida?

Ricardo Alexander Márquez

Ricardo Alexander Márquez

Disonancias

Ocurrencias. Poca planeación. Incentivos incorrectos. Confusión. Clientelismo. Poca rendición de cuentas. “Buenas intenciones”, pocos resultados. 90% honestidad y 10% capacidad. Así se pueden describir muchos de los programas y políticas públicas que ha emprendido el gobierno federal y, Sembrando vida, uno de los proyectos estandarte del presidente López Obrador, no está exento.

Desde su campaña, el mandatario anunció que de llegar a la presidencia, se iban a plantar un millón de hectáreas con árboles frutales y maderables, sin embargo, ha existido bastante opacidad en la puesta en marcha del programa. El año pasado se planteó que se iban a producir 575 millones de árboles, pero según declaró la secretaria del Bienestar, María Luisa Albores, sólo fueron 80 millones, menos del 14% del objetivo. De eso, hay un porcentaje alto de mortalidad, posiblemente mucho mayor al 50% declarado por la secretaria.

Y es que no es claro cuál es el fin del programa. Si contribuir a mejorar el medio ambiente, crear empleos, generar votos, todos o ninguno de los anteriores. De lo que existe certeza es que, para el mandatario, el programa es una prioridad. En 2019 se destinaron 15 mil millones de pesos del presupuesto federal y este año, 25 mil millones, sin embargo, el reto es enorme. No es nada más repartir dinero a comunidades rurales. Se trata de producir millones de árboles de calidad, que deben ser plantados en condiciones óptimas para que se logre un porcentaje importante de sobrevivencia, en climas propicios para cada especie.

En este contexto, llamó la atención la situación que se dio hace unos días con la renuncia del subsecretario de Evaluación, Planeación y Desarrollo Regional de la Secretaría del Bienestar, Javier May Rodríguez, quien está a cargo del programa —aún cuando no tiene experiencia en el tema— luego de que su superior jerárquico le quitara funciones. Afortunadamente, el Presidente ya les pidió que hicieran las paces y parece que ya no están peleados. El programa puede continuar.

Sin embargo, no existe certeza sobre si efectivamente se está “sembrando vida”. Como en otros programas, parece que el gobierno desprecia la planeación y medición de resultados, sin tomar en cuenta posibles externalidades, como la tala de bosques y selvas.

Resulta inquietante la manera en cómo se ejecuta un programa que tiene más presupuesto del que tienen en conjunto la Secretaría de Turismo y la de Cultura, y genera dudas de si esos miles de millones de pesos se están invirtiendo de la mejor manera —lo que, a simple vista, es poco probable— o simplemente se gastan a raíz de un capricho.

A muchos funcionarios públicos —de todos los colores y administraciones— se les olvida que el ejercicio del presupuesto público es fiscalizado, muchas veces por autoridades que no son acordes, y aunque se sientan protegidos, no están inmunes a ser sujetos de responsabilidades.

Al final de cuentas, la pregunta más importante que surge sobre Sembrando vida es por qué tanto interés en este programa, bajo la premisa de que —parece que— tenemos un gobierno donde —fuera del avión presidencial— no existen temas prioritarios.

 

*Maestro en Administración Pública por la Universidad de Harvard y Profesor de Derecho Constitucional en la Universidad Panamericana

Twitter: @ralexandermp

 

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