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La bioética es fundamental

Raymundo Canales de la Fuente

Raymundo Canales de la Fuente

Partiendo de la idea fundacional de la bioética como una disciplina ética aplicada a las ciencias de la vida, y que pretende deliberar para distinguir el bien del mal, hoy resulta una herramienta directamente necesaria para tomar decisiones.

Justamente, la tarea de gobernar consiste en tomar decisiones en prácticamente todos los ámbitos, por supuesto con las miras puestas en el bien común, intentando un desarrollo simétrico en todos los habitantes de un país o región.

Estamos a pocos días del arribo de un nuevo gobierno, con aparentes ideas frescas en el rescate de los derechos de los más desprotegidos que constituyen hoy una enorme mayoría en México y, por tanto, representa, también, una oportunidad que esperemos no se desperdicie. La bioética es una herramienta que tendrá que usar el gobierno para matizar, cambiar o establecer los nuevos objetivos; las obras de infraestructura, por ejemplo, necesitan de una ponderación no solamente legal, hablando de impacto al medio ambiente, sino ética para establecer lo mejor pensando en la población desfavorecida, la que, por cierto, es presa del crimen organizado del más alto nivel dedicado al robo de combustibles.

En el ámbito sanitario las implicaciones son obvias, desde el programa de vacunación en el que los recursos siempre están limitados y necesariamente se tiene que elegir el número de vacunas, las edades de la población, la distribución de la red fría, todo por supuesto bajo un análisis ético para lograr el mayor beneficio a nuestros compatriotas. Recientemente, quedó a la luz la insuficiencia de vacunas tanto por presupuestos limitados como por ampliar la cobertura básica obligatoria; pero lo evidente es la carencia de justificación del gobierno que recién terminó para limitar los recursos de ese programa que pone en riesgo a la población en su conjunto.

La asignación presupuestaria en salud, manifestada por ejemplo en los análisis costo-efectividad, tienen siempre derroteros éticos que se tienen que ponderar muy cuidadosamente para no provocar daños irreparables; ahora con la pretensión de salud para todos resulta indispensable también este punto de vista. Por otro lado, existe un órgano gubernamental llamada Comisión Nacional de Bioética, que por su naturaleza debería encontrarse en el centro de las discusiones nacionales en éstos y otros muchos temas, y parece francamente que no existiera; en términos concretos parecen recursos inútiles los dedicados a dicho organismo. Por supuesto hace falta voluntad política para colocarla en las mesas de discusión, pero el otro requerimiento es la autonomía. No puede existir una perspectiva ética bajo condiciones de compromiso “con el jefe”. Nada más contradictorio. Sería como si la Comisión de Derechos Humanos tuviera que quedar bien con cualquier funcionario del Estado. Simplemente, carecerían sus recomendaciones del mínimo valor. Ojalá la nueva administración federal entienda eso que parece tan simple.

 

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