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Prohibido pensar

Rafael Álvarez Cordero

Rafael Álvarez Cordero

Viejo, mi querido viejo

           Quemémoslo todo, absolutamente

           todo. El fuego es brillante y limpio.
                 Ray Bradbury, Fahrenheit 451

 

La historia del hombre ha sido una aventura para conocer el mundo, para indagar, descubrir y crear. La palabra investigar, (del latín in, ir hacia, y vestigium, huella o pista) resume la inacabable tarea de conocer algo más; desde el hombre de las cavernas que quería conocer el efecto del fuego, hasta el joven científico que intenta comprender los secretos de un virus, la investigación es algo inherente al ser humano.

Y todo lo que ha hecho el hombre a lo largo de la historia se perpetúa gracias a la escritura, primero en piedra o barro, luego en papiros, pergaminos, pieles y papel como lo conocemos ahora. De hecho, el maravilloso libro de Irene Vallejo, El infinito en un junco, relata la travesía de la humanidad para plasmar el conocimiento y transmitirlo a los demás y cómo toda la sabiduría está en miles de millones de libros en miles de bibliotecas en todo el mundo. Irene destaca con la mayor elegancia el papel fundamental que tiene el conocimiento plasmado en libros.

Pero pensar tiene enemigos, los ha tenido siempre, y al conocimiento se le intenta silenciar por diversos motivos: culturales, religiosos o de poder. La quema de libros es legendaria, como la hoguera de vanidades, por Savonarola, en 1497, en Italia; la quema de los códices mayas, por Diego de Landa, en Yucatán; la célebre quema de libros en 1933, por Goebbels, en Alemania, y la de los años 60, por Pinochet, en Chile. Y no podemos olvidar el libro Fahrenheit 451, de Ray Bradbury, lo que confirma que siempre habrá alguien que quiera prohibir el pensamiento libre.

Prohibido pensar, ha dicho la sedicente directora del Conacyt, Elena Álvarez-Buylla, que reniega de sus estudios en el extranjero, oculta sus títulos académicos, se convierte en seguidora ciega de la 4T y pretende encabezar la cruzada para eliminar el pensamiento libre; por eso afirma que el viaje a la Luna fue inútil y que deben desaparecer la ciencia y la investigación porque son neoliberales.

Implacable, recortó de manera salvaje los fondos para que científicos e investigadores estudiaran en el extranjero, cambió todo el diseño de un organismo que fue creado para fomentar la ciencia y la tecnología y lo convirtió en un exponente de la 4T, cuyo Presidente cree que el trapiche es ejemplo de desarrollo industrial, que los generadores eólicos son ventiladores que afean el paisaje y que el futuro está en el carbón y el petróleo.

Abusando de su poder, Álvarez-Buylla nombró al impresentable Alejandro Gertz Manero miembro del Sistema Nacional de Investigadores por una tesis espuria denunciada públicamente por la comunidad científica, pero el impresentable y siniestro fiscal no aguantó las críticas de los académicos e investigadores y se quiso vengar metiéndolos a la cárcel como vulgares delincuentes, y, además, creyó que los jueces serían tan dóciles como para hacerle juego a sus deseos de venganza.

La realidad es que el pensamiento científico no está en el programa del gobierno actual. Día con día presenciamos el desmantelamiento de todo lo que se creó para fomentar el conocimiento y proteger la creatividad. No sólo los científicos e investigadores, sino los artistas, los creadores, los deportistas, los inventores han sido privados de sus fideicomisos, ¿para qué?, para una “transformación” que nació muerta por falta de coherencia y que tristemente representa mucho del pensamiento retrógrado y estúpido de mandatarios y tiranuelos de otros países.

Ante la orden de prohibido pensar, con beneplácito hemos visto la enérgica respuesta de un amplio sector de la comunidad científica y académica, y hasta la UNAM, por voz de su rector, alzó la voz en forma contundente. De igual manera, Mario Vargas Llosa y otros escritores hablaron en estos días de la importancia de la libertad de pensamiento; todo esto es encomiable, porque no podemos permitir que en pleno siglo XXI haya quien quiera impedirnos pensar libremente.

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