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¿Para qué sirven las mañaneras?

Rafael Álvarez Cordero

Rafael Álvarez Cordero

Viejo, mi querido viejo

Nunca en la historia de México hemos tenido la presencia constante, avasalladora, en prensa, radio, televisión, redes sociales y chismes de la calle, de un individuo, hoy Presidente, que se parece cada vez más al gran germano, de Georges Orwell, asiste puntual a las conferencias matutinas, llamadas ahora mañaneras y abarca todo el espectro informativo del país.

¿Qué ocurre cada día? imaginamos a un ayudante del señor Presidente que le prepara a las 5 de la mañana el desayuno, y a su médico de cabecera que le toma la presión, el pulso, etcétera, y le da sus medicinas; ellos no duermen, atentos a las necesidades del señor.

¿Y qué con el Gabinete de Seguridad?, los miembros del gabinete se reúnen a las 6 de la mañana; no sabemos si a compartir información o a tomar café con galletitas, ya que como vemos después de las catástrofes de Culiacán, Michoacán, Guerrero y Sonora, ellos no están enterados de nada o casi nada; desvelados, silenciosos, llegan ahí cada mañana.

¿Y el resto del gabinete?, el señor Presidente los llama y ahí están, calladitos, sentaditos, esperando con un poco con temor, porque si dicen algo que no le gusta al señor, los regañará; si no, seguirán en su asiento como floreros; la mañanera sirve también para evidenciar las carencias del gabinete; uno de ellos dirá que “no estaba enterado”, otro presumirá de “un punto de inflexión” en inseguridad; el mandamás de Pemex confesará candoroso: “los números no son mi fuerte”, y la secretaria de Gobernación dirá que no quiso decir lo que dijo.

¿Y los reporteros de la fuente?, muchos seguramente han tenido ya conflictos maritales, y gripas y catarros, porque deben llegar antes de las 5 de la mañana y tienen que esperar a que se abra la puerta.

Y al llegar el señor Presidente, ¿qué pasa?, ¿hay información, datos concretos?, no, lo único que hay son respuestas preparadas para los periodistas lamebotas que lo elogian hasta la ignominia, y rechazo a las preguntas de los que piden datos concretos; los desvaríos, silencios, burlas, risitas y muecas, y por supuesto los ataques, descalificaciones e insultos confirman que el gran hermano es alérgico a la verdad.

A este respecto, son tan evidentes y agresivas las referencias a los medios de comunicación, que la Coalición Internacional de la Sociedad Civil sobre Seguridad de los Periodistas, en una reunión informó que el país es el más letal para los periodistas porque han muerto diez en lo que va del año, y que la estigmatización es cierta, con más de 249 agresiones contra los periodistas y cientos de adjetivos ofensivos o calumniosos; por supuesto, él lo niega y su sonrisa sardónica lo dice todo, pero lo más grave es que diariamente fomenta el odio entre los mexicanos, odio y división como nunca se ha visto en la historia de México.

Por eso las mañaneras no sirven para informar, porque el señor Presidente no informa, pontifica, la mitad del tiempo la emplea en acusar a las administraciones anteriores (“ya, chole”, me dijo un amigo), mentir descaradamente y la otra mitad a hacer disquisiciones tan fantasiosas como erróneas.

Las mañaneras sirven para afirmar su poder, nada más, también sirven para justificar los errores, negar los problemas económicos o un plan coherente contra la inseguridad, y sobre todo, sirven para evidenciar su notoria incapacidad para llevar a México a la paz y prosperidad.

Es cada vez más evidente el hartazgo por las mañaneras, porque el  país sigue adelante, tiene que seguir adelante, y los mexicanos rechazamos las mentiras, las mentiras flagrantes que se dicen cada mañana con un desparpajo increíble; las mañaneras no sirven para nada, sólo para alimentar el ego del señor Presidente y aumentar el odio y la división entre los ciudadanos.

Pero, además, las mañaneras son muy costosas, en aras de la austeridad republicana se pueden eliminar, lo que dará alivio a los ayudantes del señor Presidente, a su gabinete, a los reporteros y a todos los mexicanos, ¿usted qué opina?

 

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