Ecatepec, espacio estético macabro

“El problema de Ecatepec no solamente se trata de un asesino serial o de una pareja de asesinos seriales…”, afirman maestros y alumnos del segundo municipio más poblado del país, con un millón 700 mil habitantes, apenas unos 150 mil menos que Iztapalapa, en la ...

“El problema de Ecatepec no solamente se trata de un asesino serial o de una pareja de asesinos seriales…”, afirman maestros y alumnos del segundo municipio más poblado del país, con un millón 700 mil habitantes, apenas unos 150 mil menos que Iztapalapa, en la Ciudad de México. Excelente reportaje de Claudia Solera (Excélsior, 29/10/18), que obliga a hablar del municipio mexiquense. Los jóvenes —dice Solera— viven atrapados por la inseguridad, extrema, brutal. La reportera habla con ellos y con sus mentores. Puede partirse, claro, de los feminicidios, que durante los últimos años han concedido su tétrica fama a Ecatepec, con el mayor número de víctimas entre todos los municipios del Estado de México, primera entidad del país en el número de mujeres asesinadas durante 2017. Resulta sencillo entender que tantísimos crímenes no podrían explicarse si no supiéramos que la población es asolada por todas las otras formas de conducta criminal: robos, cualquier forma de violencia, asaltos, tráfico de drogas. En su mayoría, los entrevistados coinciden en su proyecto personal: abandonar Ecatepec tan pronto concluyan sus estudios o alcancen la mayoría de edad. En tanto, trabajan cotidianamente en entender las razones de tanto delito. Por mera asociación tramposa, sin fundamento alguno, cualquier lector habría de preguntar por la autoridad, las leyes, policías y funcionarios de seguridad pública e impartición de justicia. Desoladora como entendemos todos la respuesta, quienes hablan en el reportaje no hacen esta referencia, entendidos como están de que su estado y su país no han podido ni podrán protegerlos.

Sin más derecho, quizá, que reflexionar pretendiendo entender, no podemos dejar de lado la explosión demográfica enorme, incontenible, que ha padecido el Ecatepec en las últimas décadas. Malignas colindancias que ofrecieron la posibilidad de hacer negocio con la más elemental necesidad de quienes se fueron viendo obligados a vivir dentro de nuestra absurda y trágica mancha urbana, los de siempre hicieron dinero inundando la región de oferta inmobiliaria miserable, perversa por ser indispensable. Se ha dicho, con fundamento, que quienes provocaron el gigantesco desorden con sus miles de unidades habitacionales lo hicieron al amparo de Eruviel Ávila, dos veces presidente municipal de Ecatepec (2003-2006, 2009-2012), celoso guardián del interés de los depredadores. ¿Infraestructura?  ¡Para qué! ¿Avenidas que conectaran con grandes arterias para movilizar a diario, de ida y vuelta, a la población? ¿Tendido de redes de agua potable y energía eléctrica? A nadie le fueron necesarias para mercar vivienda. Hoy día el drenaje de muchas zonas resulta ineficiente y se halla a punto de colapsar, incapaz de contener desechos, metáfora cruel del funcionamiento social de ese rincón de la patria.

Ecatepec es México. Nuestro país ilustrado por una muestra representativa del infierno que, inermes, padecen los mexicanos. Gravísimos conflictos sociales generados por negocios abusivos que no respetaron el derecho de nadie. Yo insisto, como siempre, en la necesidad de ofrecer testimonio. Veo un Ecatepec sin más alternativa que el embate de quienes puedan y quieran mostrar lo que sucede por vía de la expresión estética. Poetas, novelistas, ensayistas, pintores, escultores, músicos, artistas del mal social que provocamos y que no parecemos querer remediar. ¿Los feminicidios? Expresión clara, última, diría yo, de la más ofensiva de todas las consignas: estamos chingando a nuestra madre. Testimonio, conciencia y compromiso son por ahora trágicas premisas si queremos poner remedio.

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