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Celibato y abuso

Oscar Benassini

Oscar Benassini

Territorios inciertos

Aun si se considera toda la información que había estado documentando el abuso sexual cometido por sacerdotes católicos durante las últimas décadas, el informe del Gran Jurado de la corte de Pensilvania, dado a conocer apenas el 14 de agosto, constituye el recurso de mayor presión ejercido hasta hoy sobre la Iglesia católica. El informe contiene datos de los últimos 70 años, y documenta los abusos cometidos por 300 sacerdotes; las víctimas superan el millar de niños. Nada que no supiéramos, diría cualquiera desde la guarida del difunto Marcial Maciel, el caso obliga a reflexiones.

Podría equivocarme, pero pienso que uno de los temas torales es el celibato, exigido a los sacerdotes como requisito para hacer sus votos y ejercer su ministerio. El celibato es mucho más viejo que el catolicismo, y data quizá de la antigua India y de la religión conocida como brahmanismo, la misma en que se habría de basar Buda (560-480 aC), para construir su doctrina. La renuncia al amor terrenal considerada como parte del ascetismo camino a la espiritualidad. El judaísmo y la doctrina islámica, al contrario, coinciden en que vivir sin amor conyugal debe considerarse una maldición de la divinidad, y elaboran una propuesta social en torno al matrimonio. Es probable que Jesús, judío al fin, haya querido que la doctrina del cristianismo transcurriera por ahí. Dicen los evangelios: “Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos harán una sola carne”. Es posible afirmar que, tras la muerte de Jesucristo, los próceres del catolicismo irán justificando el celibato como requisito para el ministerio. Apenas unos años después, escribe San Pablo (Corintios): “…bien le está al hombre abstenerse de mujer”, “el casado se preocupa de las cosas del mundo, está por tanto dividido”. Los Concilios de Elvira (306) y Nicea (325) elaboran propuestas formales de celibato para el sacerdocio. En el año 401, San Agustín escribe: “Nada hay tan poderoso para envilecer el espíritu de un hombre como las caricias de una mujer”. Parece, pues, que en la doctrina propuesta en los Evangelios no se considera al celibato, y que, a pesar de haber aparecido siglos más tarde, ha sido considerado dogma de fe, irrenunciable, por consiguiente.

Los reformistas del siglo XIX, Darwin y Freud, por ejemplo, se empeñaron en entender el papel del amor de pareja y la vida conyugal en la perpetuación de nuestra especie. La neurociencia de hoy enseña que las relaciones de pareja son posibles si existe un desarrollo cerebral sano, tal es la demanda —neural, sicológica, mental, espiritual— que impone al desarrollo personal. La pareja es un reto tal, que se ha venido complicando como nunca salir bien librado. Aun así, hoy el postulado de la sanidad en pareja monogámica recuperó su fortaleza original.

¿Y qué sucede con la sexualidad anómala?, ¿con el abuso sexual infantil? El espacio alcanza para unos apuntes: 1. Recurren a formas insanas de sexualidad aquellos cuyo desarrollo no les permite un erotismo sano. 2. La sanidad erótica, sinónimo de madurez y adaptación, es un requisito para el desarrollo humano. 3. Aquel que sólo puede ejercer la sexualidad violentando a un niño sufre de una grave perturbación, que lo impide para el ministerio religioso como para tantas otras cosas. 4. En la construcción temprana de las aptitudes que requiere el amor de pareja puede estar la ruta a la sanidad. Condenar a un ser humano al aislamiento erótico, al celibato, impide el desarrollo de esas aptitudes y predispone a formas gravemente dañinas de abuso sexual. ¿Imposible asegurar que la pederastia en la Iglesia católica tenga una relación definitiva con el celibato? Termino anotando que yo lo creo firmemente.

 

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