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Una refinería, Dos Bocas y tres errores

Opinión del experto nacional

Opinión del experto nacional

Por Fernando Belaunzarán

El patrón se repite, así que no estamos ante una anomalía. Las grandes obras de infraestructura en el actual sexenio se deciden con criterios políticos, intuiciones o caprichos al margen del conocimiento, la opinión de los expertos y los estudios técnicos. Cuantiosos recursos públicos se comprometen, ignorando la normatividad existente que cuida su buen uso.

La cancelación del NAIM en Texcoco marcó una forma de tomar decisiones que son parte del estilo personal de gobernar del nuevo Presidente. Los planes maestros, así como los estudios de rentabilidad, impacto ambiental y factibilidad no son insumos que utilice para resolver y, por lo mismo, resultan prescindibles.

Y es que para quien tiene como objetivo principal pasar a la historia como un parteaguas en la vida nacional, pesa más el valor intangible de lo simbólico que los costos económicos, las complicaciones técnicas y legales o los daños ecológicos. La voluntad presidencial basta y sobra para sortear obstáculos, resistir críticas e incluso pasar por encima de las exigencias de la ley.

Sabemos que la improvisación suele aumentar el gasto presupuestado de las obras, lo mismo que desentenderse de la opinión de los expertos, pero lo fundamental es que el proyecto avance y que no quede duda de a quién se lo deberán reconocer las próximas generaciones. Finalmente, conseguir lo que tantos desaconsejan puede ser presentado como la obra de un visionario que no cejó ante la adversidad, sobre todo si es éste quien cuenta la historia.

El problema es que la realidad cobra facturas por hacer las cosas como se quiere, en lugar de como se debe, y pueden ser mucho mayores que las consideradas cuando se decidieron obras tan importantes sin estudios previos. En ese sentido, Santa Lucía, el Tren Maya y la refinería de Dos Bocas pintan para ser onerosos Elefantes Blancos… si es que algún día llegan a concluirse.

Detengámonos en el caso de la refinería, pues es sintomática la insistencia del presidente Andrés Manuel López Obrador por realizarla aun cuando las cuatro empresas que invitaron a la licitación restringida rechazaron realizarla en el lapso y el costo estimados por el gobierno: tres años y 8 mil millones de dólares.

Si lo que mal empieza mal acaba, debemos esperar lo peor. En momentos en que muchos países planean su conversión de energías fósiles a limpias, aquí se decide construir una nueva refinería teniendo a las seis existentes trabajando por debajo de su capacidad. La refinación es mucho menos rentable que la producción petrolera que ha ido decreciendo en el país. Pero si las prioridades son discutibles, la geografía es un despropósito. Dos Bocas es mal lugar.

Sin contar con permisos, acabaron con 300 hectáreas de selva y manglar en una localidad que el Instituto Mexicano del Petróleo desaconsejó por ser propenso a inundaciones, carecer de terreno suficiente y estar lejos de los centros de consumo. Eso valió una demanda del Centro Mexicano de Derecho Ambiental que resultó en una multa de 13 millones 900 mil pesos y el Presidente tuvo que hacer la ceremonia de colocación de la primera piedra en un lugar aledaño precisamente por estar inundando el lugar de la construcción.

Hace cuatro décadas que Pemex no construye una refinería y 25 años que el área que las construía quedó desmantelada. Por eso, López Obrador afirmó que no se tiene la experiencia suficiente para hacerla cuando anunció la licitación restringida que quedó desierta. Pero aun así sería un error descalificar a los ingenieros petroleros mexicanos. El problema es que los mandan al quite para construir en un lugar que no eligieron, en un tiempo que no establecieron, con características que no decidieron y con un costo que no calcularon. ¿Qué podría salir mal?

Esperemos que la renegociación de la línea de crédito revolvente de Petróleos Mexicanos con cuatro bancos y el desahogo de una parte de su carga fiscal eviten otra baja en la calificación de su deuda por aferrarse a construir al alimón una refinería cuestionada. En cualquier caso, Dos Bocas representa con nitidez tres graves errores del gobierno actual: improvisación, obcecación y falta de visión a futuro.

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