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Pronto tomará mayor velocidad el tobogán electoral, ¿existe espacio para sorpresas?

Opinión del experto nacional

Opinión del experto nacional

Por Juan Carlos Gómez Aranda*

En este momento, la conversación pública en nuestro país está dominada en parte por los asuntos políticos y electorales y, cómo no, si faltan apenas nueve semanas para las elecciones en Coahuila y el Estado de México, que para muchos son indicativas de las preferencias para el año próximo y en la segunda entidad con la primera ocasión de tener una mujer como gobernadora.

A 14 meses para la elección presidencial, de nueve gubernaturas, del Congreso federal con 500 cargos en disputa para la Cámara de Diputados y 128 para la de Senadores, 30 cámaras legislativas locales con cientos de curules y mil 596 presidencias municipales con varios miles de puestos en los ayuntamientos. El proceso ocurre en un escenario de cierto optimismo económico por el incremento histórico de las remesas, el ingreso creciente de divisas por los conceptos de turismo, aduanas desbordantes y cruce de mercancías en la frontera norte que aumenta al amparo del T-MEC. Adicionalmente, más de 400 empresas invertirán 19 mil millones de dólares en los próximos dos años, según información de la Secretaría de Economía, gracias fenómeno del nearshoring, la fortaleza del peso y a que la tasa de desempleo se ubicó en 2.92 por ciento y, como cereza, al anuncio del presidente López Obrador de que no cambiarán las reglas del juego en el sector bancario, generando confianza en el medio.

Habría que sumar la abundante derrama de recursos de los programas sociales y obras gubernamentales, que fortalecen el consumo y cubren los mínimos de bienestar de millones de familias. Todo lo anterior, a pesar de las turbulencias internacionales por la fragilidad de algunas instituciones bancarias del exterior.

Este tiempo preelectoral transcurre tras las acciones y reacciones de la reforma electoral propugnada por el presidente López Obrador, que sigue recibiendo reveses, lo que atiza la polarización y destaca la importancia de la estabilidad política para el crecimiento económico. Otras expresiones de descontento reprueban la eficacia de las acciones de seguridad y combate al crimen organizado, así como el déficit que tercamente persiste en materia de justicia social. Mientras, la narrativa oficial no se despega un ápice del guion inicial, con el añadido de que, con el crecimiento de la agenda con los Estados Unidos, se despliegan banderas de nacionalismo y se practican rounds de sombra.

Será el próximo septiembre cuando arranque legalmente el proceso electoral 2024, donde Morena lleva una clara ventaja y ya dio a conocer su calendario que incluye el lanzamiento de la convocatoria en julio, la primera de varias encuestas en agosto para filtrar el número aspirantes y llegar a diciembre con la definición de su candidata o candidato presidencial. Después, en cascada se conocerá a quienes contenderán por las gubernaturas, los congresos y las presidencias municipales y alcaldías.

Según la mayoría de las encuestas públicas, por primera vez aparece una mujer liderando las mediciones de preferencias. Ninguna de quienes fueron candidatas a la Presidencia, como Rosario Ibarra de Piedra, Cecilia Soto, Marcela Lombardo, Patricia Mercado o Josefina Vázquez Mota, se colocó al frente de las encuestas como ocurre ahora con Claudia Sheinbaum, lugar que ocupa no sólo por su alta exposición mediática, sino también por la percepción de que cuenta con la preferencia presidencial. Marcelo Ebrard no da tregua y se mantiene en segundo lugar con un Adán Augusto López en ascenso.

Esta colocación echa por tierra la falsa discusión sobre si el país está listo para ser gobernado por una mujer, cuando desde 1979 Colima fue encabezado por Griselda Álvarez, que fue seguida por gobernadoras como Beatriz Paredes, Rosario Robles, Dulce María Sauri, Amalia García, Ivonne Ortega y varias más, hasta llegar a este momento donde nueve mujeres gobiernan sus entidades.

En la oposición todo parece ser un enigma y reina el desconcierto, notándose crecimiento de quienes pueden inclinarse por la opción política que presenten, como lo han acreditado en el duelo de marchas –si alguien se mueve solo, es voto seguro, suelen decir–, pero brillan por su ausencia los líderes posibles que marquen la ruta para sus aspiraciones, las traduzcan en oferta política y después en compromisos.

En los partidos opositores han surgido aspirantes, algunos serios y propositivos, así como cartuchos con la pólvora mojada, pero aún no conmueven al respetable, no conectan con las audiencias. Algunos espontáneos se han lanzado al ruedo, pero difícilmente contarán con la aceptación de las bases partidarias que prefieren a los de casa. Las dirigencias no encuentran aún el mecanismo para elegir a su abanderado, ocupadas como están en asegurar su continuidad transexenal y la de sus leales.

Por ahora se observan diferentes estilos de hacer campaña para interesar a los electores. Los condescendientes, que apoyan al régimen con apenas destellos de ideas propias; los estridentes, que lo critican rotundamente, y algunos mesurados; los primeros están siendo más efectivos por la credibilidad que les da la ventaja que mantienen y la certeza de sus posibilidades, mientras que los segundos no le atinan al tono del discurso y continúa el ayuno de propuestas que impacten al segmento más desfavorecido de la población, que constituye la mayoría de los votantes. Por su lado, el presidente López Obrador se ve confiado cuando postula el relevo generacional y que se logrará la continuidad con cambio.

Es cierto, la última palabra no se ha pronunciado, pero ¿existe espacio para sorpresas?

 

Analista político y experto en comunicación estratégica*
Twitter: @JCGomezAranda

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