Logo de Excélsior                                                        

Noli me tangere

Opinión del experto nacional

Opinión del experto nacional

Héctor Sx. Barrón
Académico de la UNAM
hsbarron@gmail.com

 

En los textos bíblicos se refiere que cuando Jesucristo resucitó, María Magdalena se le acercó y éste rechazó cualquier contacto diciéndole: noli me tangere, no me toques.

Esta frase se encauzó en el arte sosteniendo una corriente estética del instante en que la separación entre lo sagrado y lo mundano reveló la aparición de lo tangible como intocable: puedes mirarme, sí, puedes hablarme, también, lo que no puedes hacer es confundirte conmigo.

*

En nuestros días, el ordenamiento del noli me tangere ha regresado como una política establecida en el marco de la salud pública, es decir, de la pureza, y su naturaleza apunta en contra de los actos del cuerpo y del hedonismo desprendido de él.

El no me toques original instaura un límite entre quien declara un deseo y quien niega su consecución, entre un suplicante y un dios; sin embargo, el no me toques contemporáneo trastoca la orden en una declaración de súplica de quien posee la pureza de la salud: no me toques, no me hagas daño, no me contamines.

Quien desea tocar, desea sentirse en el mundo, es decir, desea hacer mundo con la disolución de los límites entre un sujeto y otro, constatando la existencia como un vínculo social; en contraste, quien no desea ser tocado se afirma en un “estar” en el mundo sin confundirse con él.

*

Con motivo de la actual pandemia, a ese no me toques se le ha agregado en la práctica un no me veas: el cubrebocas público y cotidiano no es otra máscara sobre la máscara del rostro, es, en realidad, un desenmascaramiento: no hay un rostro para mostrar un gesto de agrado ni de desagrado. Y hay una aceptación y consentimiento sociales en este desenmascaramiento: es un alivio ver a alguien con cubrebocas y da cierta seguridad la prohibición de ingresar sin él a espacios públicos.

No me toques. No me veas. El triunfo de esta política se expresa como un desplazamiento de lo simbólico del cuerpo por lo imaginario de las apariencias, para enfrentar lo real de la enfermedad.

Lo que se coloca en el lugar de lo sano es lo virtuoso de no ser visto ni tocado, y lo que se persigue no es al sujeto que desea tocar y ver, sino al acto de tocar y ver. La prohibición no se dirige al sujeto, sino al acto del sujeto, y al ser un acto prohibido, es un sujeto prohibido. ¿Qué se le prohíbe? Su propio cuerpo y su sentirse en el mundo, pues el no me toques se ha rebasado al no me toco a mí mismo.

La promoción política del noli me tangere conlleva, así, una prohibición del cuerpo y sus actos y la consolidación de un sujeto con cuerpo prohibido, de donde los ambientes virtuales prometen un estar imaginario en el mundo sin la amenaza simbólica de los efectos del cuerpo.

En este supuesto de estar vivos con cuerpo prohibido somos, precisamente, como resucitados: estamos sin ser vistos ni tocados y quizás muy pronto sin ser escuchados, tal como lo menciona Jean-Luc Nancy para el caso de Jesucristo ante María Magdalena: “La resurrección es la surrección, el surgimiento de lo indisponible, de lo otro, y del acto de desaparecer en el cuerpo mismo y como el cuerpo”.

*

¿Qué hacer ante la presión política para que el sujeto desaparezca en su propio cuerpo en nombre de la pureza y la salud, es decir, de lo sagrado?

 

Comparte en Redes Sociales