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En política el hubiera sí existe

Opinión del experto nacional

Opinión del experto nacional

Por Jaina Pereyra*

 

Quienes hacen política pública lo llaman contrafactual y sirve para determinar, sobre todo, el impacto de los programas sociales. Ayuda, por ejemplo, a responder preguntas del tipo: ¿existe algún beneficio en términos de productividad por vacunar a los niños en edad escolar? o ¿mejora la calidad del aprendizaje si reducimos el número de alumnos en un salón?

El método es simple. Se comparan dos poblaciones similares en todo, una de ellas se elige aleatoriamente para ser “tratada” con el programa social y, finalmente, se miden los resultados. Si hay diferencias en el tiempo y entre poblaciones, se concluye que el programa social incide en el resultado, ya sea positiva o negativamente.

El contrafactual es el qué hubiera pasado si no hacíamos esto o lo otro, y en política pública, el contrafactual es claro: hacer o no hacer; intervenir o no.

Pero en política, las alternativas no son tan claras. Se puede hacer o no hacer un tren; hacerlo en un lugar del país o en otro; hacerlo de una extensión o de otra, concesionarlo o no; licitarlo o no, etcétera. No hay sólo dos alternativas, sino una ramificación de decisiones que, a su vez, se desdoblan en más alternativas en cada paso.

Por eso, uno de los mayores talentos políticos reside en plantear alternativas como si sólo existieran dos rutas de dónde escoger. Las elecciones presidenciales, por ejemplo, generalmente son un referéndum que plantea la alternativa entre cambio y continuidad.

Un político eficaz es aquel que detecta una decisión que le preocupa a la gente; consigue dividir las alternativas de acción en dos y plantear su propuesta como naturalmente mejor.

La consulta que se lleva a cabo este fin de semana es un ejemplo de alternativas en donde el contrafactual se descalifica solo. No hay forma de votar que no, porque la alternativa ni siquiera existe.

La consulta nos pregunta, por ejemplo, si apoyamos becar “a 2.6 millones de jóvenes que hoy no tienen oportunidades de estudiar ni de trabajar”, pero la consulta no nos plantea alternativa alguna. ¿Becarlos o darles trabajo? ¿Becarlos a ellos o a otro grupo vulnerable? ¿Becarlos y dejar de pagar otra cosa para poder financiarlo?

En política, las respuestas son complejas y dependen de la pregunta que se formule. En su dicsurso, Andrés Manuel justificaba la Guardia Nacional con el argumento de que “la política es optar entre inconvenientes”. Y en parte tiene razón. Excepto que no son dos inconvenientes. La estrategia de seguridad pública no es tan simple, no puede ser tan simple, como mandar al Ejército a los cuarteles o modificar la Constitución para legalizar su participación permanente. Hay muchos tonos de gris, muchos complementos en la estrategia que deben ser tomados en cuenta para que sea una propuesta integral y eficaz.

Me decían el otro día que los columnistas teníamos que tratar de entender la lógica de López Obrador en vez de criticar desde “mantras liberales”. No sé. Francamente no sé si nos toca “tratar de entender” hasta encontrar cuadratura al círculo. Más bien creo que nos toca plantear las múltiples alternativas que existen en toda decisión política.

No coincido, por ejemplo, con René Delgado cuando en entrevista, entre otras cosas, le dice a Javier Risco que no ve mal el borrón y cuenta nueva a corruptos porque es imposible procesarlos a todos y perseguir a unos cuantos no sería justicia. ¿Perdonarlos a todos es justicia? ¿No podemos graduar la gravedad de los delitos? ¿Sólo hay esas dos alternativas? ¿De veras? Yo creo que no. Y creo que nuestro deber, el de todos, es evitar que el debate se simplifique entre dos opciones inconvenientes, cuando la tarea de gobierno tiene tanto de dónde elegir… y muchas alternativas son, incluso, virtuosas.

                                 *Especialista en discurso político. Directora de Discurseros SC

 

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