Logo de Excélsior                                                        

Aborto legal para no morir

Opinión del experto nacional

Opinión del experto nacional

Por Jaina Pereyra*
 

Nos despertamos a ver una borrachera de júbilo en verde. Mujeres abrazándose, emoción desbordada. Mujeres rodeadas de mujeres, jóvenes en su mayoría.

Las veo y me conmueve pensar cuántas de ellas habrán pasado por un aborto en absoluta soledad, física o emocional; cuántas de ellas habrán acompañado a alguna amiga sin saber bien qué hacer porque les era igual de desconocido lo que venía. Cuántas habrán vivido la soledad de un embarazo no deseado, la vergüenza de buscar a un ginecólogo que “sí estuviera dispuesto” a practicar abortos.

Lo cierto es que todas las mujeres hemos vivido un aborto. Propio o de alguna amiga que nos ha pedido compañía. Sin embargo, algo que ocurre todos los días, que una de cada tres mujeres va a vivir, sigue siendo una discusión tan silenciosa como ciclada en las mismas posiciones.

“¿Por qué es tan difícil discutirlo?”, cuestionaba en su intervención durante el histórico debate la diputada argentina Victoria (vaya victoria) Donda. Y esa aproximación es, desde mi perspectiva, la clave del éxito de este movimiento. Las argentinas supieron replantear una discusión de décadas: rompieron la narrativa, desarmaron el contraargumento vinculándose con quienes lo esgrimían y, mágicamente, obligaron a la representación política en una época en donde la crisis de la política es, precisamente de representatividad.

Dieron lección de método. Miles de ellas en las calles, uniformadas con pañuelos verdes. La calle como cuña, el Congreso como espacio de encuentro. En términos de discurso, hicieron varias cosas interesantes.

En primera, cambiaron el núcleo de la discusión. Insistieron una y otra vez en no dejarse arrastrar a la narrativa opositora.

“Educación sexual para decidir. Anticonceptivos para no abortar. Aborto legal para no morir·. “Acá no hablamos de aborto sí o aborto no (..). Nosotros estamos discutiendo aborto legal o aborto clandestino”, decía la misma diputada.

En segundo lugar, desarmaron a los interlocutores desde el acuerdo. No los reprobaron éticamente por conservadores, por mochos, por antiderechos.

Validaron las creencias personales, coincidieron en sus preoupaciones, pero impidieron que ocuparan lo público con esas creencias personales. “Yo vine a hacerme cargo de los problemas y sé que no hay un solo legislador en la Cámara que no tenga la misma intención”, decía Silvia Lospennato y continuaba “algunos esgrimieron razones personales, creencias religiosas. Y yo las respeto todas.

Todas los respetamos, pero no son razones públicas y, por ende, no pueden imponerse en la ley de todos”.

En tercer lugar, regresaron a argumentos de antaño y los cuestionaron. Si alguien puede estar a favor de que una mujer violada aborte, entonces no se trata de la vida del embrión, sino del consentimiento sexual de la mujer, repetían una y otra vez.

En cuarto lugar, hablaron de emociones y pudieron vincularlas a la crisis de ausencia del Estado que genera el dolor evitable, como lo llamaba Gómez Morín.

“Pudimos nombrar el dolor que significa el aborto en nuestro país (…). Un dolor profundo que se confunde con la culpa, con la criminalización y la desigualdad y que se ampara en la ausencia del Estado”, comenzó su intervención Gabriela Cerruti. “De lo que estamos hablando es de que el sufrimiento no es privado, la alegría no es privada, somos capaces de generar empatía”. Y en este ejercicio pudieron humanizar a las mujeres que escogen practicarse un aborto.

Finalmente, recurrieron a la recién reivindicada sororidad. En sus diferentes dimensiones, en sus entendimientos plenos y parciales, en su banalización y en su radicalismo, el feminismo ha podido regenerar una narrativa fundamental: las mujeres sí sabemos acompañarnos. La última intervención cierra: “a las sororas, esta multipartidaria de mujeres que llegó para quedarse en la política argentina, unidas en nuestra diferencia pero siempre a favor de las mujeres. A las mujeres en sus casas, a nuestras madres y a nuestras hijas. Que el aborto sea legal, seguro y gratuito. Que sea ley”.

Conmovedor, esperanzador, admirable. No se puede definir de otra forma.

               *Especialista en discurso político.
                                   Directora de Discurseros SC.

Comparte en Redes Sociales