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8 de marzo: ¿y las mujeres, ya podemos disfrutar del sexo?

Opinión del experto nacional

Opinión del experto nacional

Por Jaina Pereyra*

Este año quise permanecer optimista frente al Día de la Mujer. Traté de estar satisfecha con reconocer que cada vez oigo a más hombres queriendo deconstruirse, afirmándose como aliados, proclamándose feministas o “machistas en recuperación”.

Pensé que estaría contenta con reconocer que algunas narrativas feministas han permeado y han logrado cambios tangibles en algunas realidades; satisfecha con validar que, así como en algún momento el foco estuvo en nuestros derechos políticos o económicos, hoy hablamos más que nunca sobre acoso, violencia en las relaciones personales, abuso sexual en las relaciones de poder.

A este esfuerzo se han sumado voceras de mucha visibilidad y, es cierto que en los ámbitos nacional e internacional, cada vez hay más atención a cómo las figuras públicas se refieren a nosotras las mujeres, a nuestros cuerpos, a nuestros talentos y a
nuestros derechos.

Lo intenté, pero no me pude mantener optimista. Hace apenas un par de días me enteré de una práctica aberrante de machismo que ocurre cotidianamente: los así llamados packs. Si usted tampoco tiene idea de qué es esto, le explico.

Resulta que hay hombres que se han dado a la tarea de sistematizar y publicar carpetas de Dropbox con fotografías eróticas (nudes, en ropa interior, etcétera) de mujeres que las han compartido con ellos privadamente. La dinámica consiste en subir la(s) foto(s) con nombre y apellido de la mujer para que todos puedan identificarla cabalmente antes de regocijarse viéndolas. Es decir, se exhibe a mujeres conocidas, para que la humillación sea más certera. En algunas ocasiones, también suben la foto del perfil de Facebook de la víctima, me imagino que para que sus amigos puedan ver la transformación de persona a “puta”.

No sé en cuántas generaciones se dé esta práctica, pero sé que entre los jóvenes, entre ésos que se dicen “deconstruidos” o “woke”, pasa frecuentemente. Ni siquiera voy a abundar en el grado de ruindad que se necesita para traicionar de esta manera la confianza y la intimidad de alguien, porque quisiera pensar que es obvio.

Pero sí quiero profundizar en la abyecta concepción de una sexualidad asimétrica, inherente a esta práctica: a las mujeres se les humilla, se les puede humillar. por querer ejercer su sexualidad libremente. Debe castigárseles por sentirse cómodas con su cuerpo, por ser personajes activos del
juego erótico.

Tratando de entender el fenómeno, pensaba cuál sería una acción equivalente que pudiéramos emprender las mujeres para lastimar a los hombres en igual dimensión. Y yo creo que un catálogo de fotos no serviría en lo absoluto. Para humillar a los hombres, tendríamos que compartir una reseña de desempeño. Nombre y apellido, escala de calificación según características físicas y habilidades técnicas, grados reales de apetito sexual, etcétera.

Porque lo cierto es que para un hombre, la humillación no viene de ejercer su sexualidad, sino de hacerlo deficientemente. El hombre tiene que impactar. El hombre tiene que ser el rey de la cama. Por eso puede ejercer dominación de la que va más allá de lo que pudiera consensuar una pareja. Por eso puede violar, puede abusar, puede imponerse sexualmente sobre una mujer. Porque a nosotras ese mundo no nos corresponde. Entramos por desafío. Es más, si la reseña de nuestro desempeño fuera buena, más que un aplauso, mereceríamos
un insulto.

Debemos reconocer que, mientras esto siga siendo la narrativa dominante sobre el lugar que nos toca ocupar en la cama, nos van a seguir condicionando con favores sexuales, nos van a seguir violando, nos van a seguir matando. Justo por eso mi optimismo fue tan efímero: una sociedad que permite estas dinámicas, simplemente no puede decirse genuinamente harta
del abuso.

Esta semana, lo sabemos, vamos a oír muchos discursos sobre la igualdad, sobre el respeto a las mujeres, que se dirán sólo para “salir del paso”. Discursos que darán muchos hombres que sabemos que hablan desde la condescendencia o la hipocresía. Hombres que se dicen feministas y de quienes, por la intimidad de nuestros testimonios, sabemos que son golpeadores o, en el mejor de los casos, objetivizadores. Hombres que se dicen deconstruidos, pero siguen tolerando que en sus grupos de amigos se compartan packs.

En fin, a ver si para el próximo año mejora la cosa…

     
           *Especialista en discurso político.

               Directora de Discurseros SC.

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