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Gebrydguma

María del Pilar Montes de Oca Sicilia

María del Pilar Montes de Oca Sicilia

Y es que ustedes dirán «¡qué más te da! Ella no tiene nada que ver contigo, ya pasó», pero les voy a contar en este artículo es que sí, que sí tiene que ver, porque me une a ella una relación putativa1, cuyo apelativo no existe en la lengua española, pero que en inglés antiguo se conoce como gebrydguma.

El gran escritor español Javier Marías nos cuenta en su novela Mañana en la batalla piensa en mí sobre este concepto del anglosajón antiguo, que el expresará mejor que yo, en la voz del protagonista de la novela, Jacobo Deza:

«Se me quedó en la memoria esa noción curiosa, aunque aquel narrador no estaba seguro de si se trataba de un verbo cuyo inexistente equivalente moderno sería conyacer —o cofollar, en grosero y contemporáneo— o de un sustantivo, que consecuentemente denominaría a los «conyacentes» —o «cofolladores»—, o la acción en sí misma —la «cofornicación», digamos—. Uno de los posibles vocablos, no sé cuál, era ge-bryd-guma, lo había retenido sin procurarlo ni hacer esfuerzo, y a veces me acudía a la punta de la lengua o del pensamiento: “Santo cielo, ahora soy, ahora se me ha convertido en guebrídguma de ése, ¡qué degradación, qué horror, qué abaratamiento, qué espanto!”, si veía o me enteraba de que una antigua amante o novia mía se emparejaba o tonteaba de más con alguien despreciable u odioso, con un imbécil o con un infrahombre, ocurre con gran frecuencia o así nos parece, y además siempre estamos expuestos y no podemos oponernos. Había decidido que la pronunciación sería esa, «guebrídguma», aunque no tuviera ni idea, naturalmente»2.

El verbo original era ge licgan —recuerda Marías— porque llevaba el prefijo ge, que originalmente significaba camaradería, unión, ligadura y se unía con licgan, que quiere decir follar. Y al respecto, Sergio Marrás dice: «Es interesante que, para el estado anglosajón antiguo, se haya constituido esa relación de conyacencia en una especie de parentesco del tipo: consuegro, yerno o nuera. Porque, indudablemente, el conyacente lleva parte de la historia de uno como cualquier otro miembro de la familia y sabe más de uno mismo de lo que uno se atreviera a imaginar».

Y es que, yo creo de verdad, que esa relación sí existe, es real y que esa nueva novia —grosera, palurda, simple, materialista, ordinaria y tonta— mal que mal ha sido copartícipe de un cuerpo común que transmite herencias intangibles entre sus amadores, entre sus amados, entre sus amantes y a la vez entre todos ellos. Se han compartido sabores, sudores, salivas, fluidos, pero también emociones, feromonas, sentimientos, ideas y hasta valores, muchos de los cuales quedan como legado, como memoria —memoria mental y memoria celular—, como herencia y obviamente estas herencias crecen entre los conyacientes en una proporción geométrica.

El hecho es que el concepto existe en el mismo español en que se han acuñado algunos términos para éste, como el de conyacente, cofollador, o también «hermano de lecho» y en México suelen llamarse —de forma muy vulgar y también prosaica—: «hermana de leche», «hermano de cama», «comadre» y otras cosas que de guarras no me atrevo a repetir y que más se dicen los hombres entre ellos, que las propias mujeres.

 

                1.  putativo, va. (Del lat. putatīvus).1. adj

                Reputado o tenido por pariente no siéndolo.

                2.  Javier Marías, Mañana en la batalla piensa en mí,

                Madrid, Alfaguara, 1996.

 

Directora de Algarabía Editorial

Twitter: @palabrafilica

 

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