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La pandemia y la democracia

María Amparo Casar

María Amparo Casar

A juicio de Amparo

“La pandemia de covid-19 amenaza algo más que la vida y el sustento de pueblos de todo el mundo. Es también una crisis política que amenaza el futuro de la democracia”. Con esta frase comienza la carta de la Fundación Idea: Una llamada para defender la democracia.

No es una reflexión sobre México, pero el traje le viene bien a nuestro país. Del lado de los regímenes autoritarios, alerta que están usando la crisis para silenciar a los críticos y endurecer su poder político. Del lado de los democráticos, las cosas no pintan mejor: sostiene que gobiernos democráticamente electos han querido combatir la pandemia concentrando poderes de emergencia que restringen derechos humanos y refuerzan el Estado de vigilancia sin consideración alguna por las restricciones legales y que disminuyen la supervisión del Poder Legislativo o los marcos temporales para la restauración plena del marco constitucional. Hay mucho de lo que dice esta carta que le viene a México como anillo al dedo. El gobierno de López Obrador no debería prestarle oídos sordos.

Lo primero es que la democracia no sólo es un ideal valioso, sino el sistema más adecuado para enfrentar una crisis de la complejidad y magnitud de la pandemia. ¿Por qué? Entre otras cosas, porque para hacerle frente hacen falta “flujos creíbles y libres de información, el debate en torno a las opciones de política con base en los hechos, la auto-organización voluntaria de la sociedad civil y la libre interacción entre el gobierno y la sociedad”. Añade, con toda razón, que todos estos son activos vitales para luchar contra la pandemia, a la vez de ser claves de la democracia liberal.

México no está haciendo uso de esos activos. Los está ignorando.

La carta de la Fundación Idea no tiene desperdicio. Advierte que es sólo a través de la democracia que la sociedad civil puede asociarse con las instituciones públicas y apuntalar el estado de ánimo social y una idea de objetivo común. Que es sólo a través de la democracia que los medios de comunicación libres pueden desempeñar su papel de informar para que las personas puedan tomar decisiones personales sólidas y cumplir con su papel de escrutinio de las instituciones públicas y contrapesos a la desinformación que busca dividir a las sociedades. Que sólo a través de la democracia puede alcanzarse un equilibrio sostenible entre necesidades y prioridades rivales: entre luchar contra la propagación del virus y la protección de la seguridad económica, y entre la implementación de una respuesta eficaz a la crisis y la protección de los derechos cívicos y políticos del pueblo, en conformidad con las normas y garantías constitucionales.

Es sólo en las democracias que el Estado de derecho puede proteger las libertades individuales de la intrusión y las restricciones impuestas por el Estado y que van bastante más allá de lo necesario para la contención de una pandemia. Es sólo en las democracias que los sistemas de rendición de cuentas públicas pueden monitorear y limitar los poderes de emergencia del gobierno y ponerles fin cuando ya no se les necesita. Es sólo en las democracias que podemos creer en los datos gubernamentales acerca del ámbito de la pandemia y su impacto sobre la salud.

La carta es realista. Tiene claro que la democracia no garantiza un liderazgo competente y una gobernanza eficaz y que aquellas que tienen un desempeño deficiente debilitan aún más a la sociedad, crean vías de entrada para los regímenes autoritarios y, lo peor, han pagado un precio muy alto en vidas humanas y seguridad económica.

La carta es clara y contundente. Se está viviendo una amenaza reflejada en el debilitamiento de los controles de poderes y de los órganos autónomos, del Estado de derecho y de la transparencia, además de en el cierre de espacios a la sociedad civil y la persecución de periodistas.

La carta advierte con precisión. Los ataques a la libertad, la transparencia y la democracia harán que para las sociedades resulte más difícil responder rápida y eficazmente a la crisis mediante la acción tanto gubernamental como cívica.

Termina con un sello optimista: la mayor fortaleza de la democracia es su capacidad para corregirse a sí misma. Es a través de la democracia que los ciudadanos y sus líderes electos pueden aprender y crecer. Nunca fue más importante corregir. Ojalá tomemos nota.

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