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Elecciones en puerta

María Amparo Casar

María Amparo Casar

A juicio de Amparo

Las elecciones de seis gobernadores están a la vuelta de la equina. De éstas, sólo en una jamás ha habido alternancia, Hidalgo. Todas están en manos de la oposición, la mayoría (Quintana Roo, Tamaulipas, Aguascalientes y Durango) en las del PAN y dos (Oaxaca e Hidalgo) en las del PRI. 

Las encuestas pintan mucho mejor para Morena que para la coalición opositora o cualquiera de los partidos que han decidido probar suerte en solitario. Todo apunta a que la alianza gobernante a nivel federal se llevará cuatro, quizá cinco, de las seis gubernaturas. De ser así, el partido del Presidente pasaría de tener 16 estados en su poder a tener 20 o 21. Podrían decirse 22 o 23 si contamos a San Luis Potosí y a Chiapas en manos del Partido Verde. Una geografía electoral de esta naturaleza no se veía desde 1997, cuando el PRI tenía la Presidencia y, si bien perdió la mayoría en el Congreso, seguía manteniendo la hegemonía territorial. 

 Según las encuestas de El Financiero, en dos de las elecciones estatales —Oaxaca, en donde hace tiempo Murat entregó el estado, y Quintana Roo, en donde la candidata de Morena es en realidad del Verde— la diferencia es de dos dígitos para la alianza Morena-PV-PT y se ve cuesta arriba que cambie la balanza. En estos estados no se conformó la alianza PAN-PRI-PRD, que desde las elecciones intermedias llamamos Va por México. De haberse concertado un acuerdo entre los tres partidos, la diferencia entre las preferencias por una y otra alianza no sería significativa. La moneda estaría en el aire. 

 En otras dos entidades —Hidalgo y Tamaulipas—, la alianza liderada por Morena (en Hidalgo sólo con el PT) también lleva ventaja frente a Va por México, pero la distancia es sólo de un dígito. 

Las otras dos —para completar las seis gubernaturas— son Aguascalientes y Durango. Ambas en manos del PAN y ambas con una ventaja también de un dígito, pero, en este caso, en favor de Va por México. 

 Las encuestas, al día de hoy, son claras en cuanto a la importancia de las alianzas para llevar la delantera y alcanzar el triunfo. Ahí donde se enfrentan una alianza contra otra, la distancia es mucho menor y el resultado dependerá de lo que ocurra en estos 10 días y del comportamiento de los indecisos.  

Pero el quid en estas elecciones hubiese sido Movimiento Ciudadano. Hasta el momento, este partido ha decidido jugar su juego para pasar a las grandes ligas, a sabiendas de que no tiene oportunidad en ninguna de las seis entidades federativas. 

Su porcentaje de votación para las elecciones de 2022 ronda entre los siete y los 13 puntos. No ganará ningún estado. Habría sido, sin embargo, determinante para la alianza que se opone a Morena. Las preferencias no se pueden sumar aritméticamente, pero, de haberse coaligado con Va por México, seguramente sería la oposición la que se llevaría cinco de las seis gubernaturas. 

 Su decisión de ir solos es respetable. No quieren ser un partido satélite sin ningún chance de sobrevivir por sus pistolas, como el PT, ni tampoco un partido como el Verde, que se vende al mejor postor. Han tenido dos éxitos incuestionables e importantes: las gubernaturas de Jalisco y Nuevo León. También han tenido una derrota. De haber optado por la alianza Va por México en las intermedias de 2021, hoy tendrían el doble de diputados de los que obtuvieron. 

 Por lo pronto —para el 2024 faltan dos años—, han apostado a crecer paulatinamente y con identidad propia, aunque sus posiciones en el Congreso apuntan a una mayor aproximación político-ideológica con la alianza opositora, tal y como quedó demostrado en la votación de la reforma eléctrica. La opción es legítima. Ya se verá si más adelante sí consideran que es más importante y rentable apostar a seguir por ese camino que romper la hegemonía morenista que se cierne sobre el país y un “proyecto” que se acerca al de un Estado fallido en los órdenes político, económico y social. Por lo pronto, registro una coincidencia fundamental entre Va por México y MC: la aspiración a reconstruir los contrapesos, la racionalidad en las políticas públicas y el abandono de un experimento tan autoritario como populista. Si es cierto lo que digo, la decisión aparece como obvia. 

Entre las especialidades de López Obrador está la de la polarización. No siempre con buenos resultados políticos para él. Por ejemplo, gracias a la polarización promovida de manera enfermiza e insistente desde las alturas, se dieron las condiciones para propiciar la unión de PAN-PRI-PRD. Quizá esta fórmula funcione también para MC en el transcurso del tiempo. 

 Si, como ya resulta evidente, México va a una elección de Estado en 2024, en la que no se reparará en el desacato a la ley electoral, el uso de recursos públicos, la extorsión, la activación de los servidores de la nación, la entrega de programas sociales y el dinero bajo la mesa, la única vía para enfrentarla será la de la unión de las fuerzas opositoras. 

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