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Buenas intenciones ante la crisis climática

Lorena Rivera

Lorena Rivera

Jefes de Estado y de Gobierno de 64 países de todos los continentes —incluido México— y la Unión Europea hicieron una nueva promesa para frenar la destrucción de la naturaleza a través de 10 acciones urgentes de aquí a 2030 y mediados de siglo para proteger la Tierra. Se puede decir que la semana arrancó con una excelente noticia en materia ambiental. Ojalá no sean sólo buenas intenciones.

Ayer, en la víspera de la Cumbre de las Naciones Unidas sobre la Diversidad Biológica, a realizarse virtualmente en Nueva York, los líderes reconocieron la magnitud de la destrucción de la naturaleza. Es más, en el documento se lee: “Estamos en un estado de emergencia planetaria: las crisis interdependientes de pérdida de biodiversidad, degradación de los ecosistemas y cambio climático impulsadas, en gran parte, por la producción y el consumo insostenibles, requieren una acción mundial urgente e inmediata”. Por ello, acordaron “poner la vida silvestre y el clima en el centro de los planes de recuperación económica pospandemia”, abordar la crisis climática, la deforestación, la degradación de los ecosistemas y la contaminación.

¿Cómo lograrlo? Con medidas drásticas contra los diferentes tipos de contaminación y, en lo referente a la de los océanos, destaca la eliminación de plásticos para 2050; acciones decisivas sobre la naturaleza para proteger la salud del planeta y revertir la pérdida de la biodiversidad antes de 2030.

Sin duda, compromisos ambiciosos. Y si, como dicen los jefes de Estado y de Gobierno, se trata de un compromiso “no sólo con las palabras, sino con acciones significativas y responsabilidad mutua para abordar la emergencia planetaria”, quizá, ahora sí, pueda lograrse la protección de la casa común. Por supuesto, es más que un deseo. Porque de ello depende la supervivencia de la misma humanidad.

Pero con el paso de los años, acuerdos han ido y venido, los líderes globales junto con Naciones Unidas han prometido trabajar, en el marco de la cooperación internacional y el multilateralismo, en beneficio de la humanidad y el mundo natural. Pocos han dado frutos. Otros tantos han fracasado.

Hace 10 años, a través del acuerdo 20 Metas de Aichi para la Diversidad Biológica, 170 naciones se comprometieron a proteger la biodiversidad y el ambiente, pero no se cumplió ni una sola de ellas. Así lo señala el quinto informe Perspectiva Mundial sobre la Diversidad Biológica, publicado hace un par de semanas por la ONU.

Vale la pena recordar que los científicos han proyectado que en las próximas décadas alrededor de un millón de especies animales y vegetales estarán amenazadas de extinción a un ritmo acelerado. A esto se le conoce como la sexta extinción masiva de las especies debido a las actividades humanas.

Sí, la mano del ser humano ha causado un impacto ambiental sin precedentes, el cual también amenaza el bienestar y la salud de las personas.

Cuando se aniquila a las especies animales y se destruyen las vegetales, se atenta contra la estabilidad y función de los ecosistemas, porque cada animal y planta tienen una labor específica para la continuidad de los ciclos de vida. Si se alteran más allá de sus límites, se pondrá en riesgo a las personas, pues será en extremo complicado continuar la lucha contra la pobreza, erradicar el hambre, el acceso al agua potable, incluso, cuidar y mejorar la salud de las personas.

Diez años se desperdiciaron y ahora los llamados líderes mundiales se han vuelto a comprometer para frenar la devastación de la biodiversidad, en medio de una pandemia causada por una nueva enfermedad que ha golpeado no sólo la salud de las personas, sino también las economías y el bienestar. Ahora sí están dispuestos a escuchar a la ciencia y al conocimiento de los pueblos indígenas —los cuales siempre han respetado a la madre naturaleza—, echar mano de la tecnología y el financiamiento verdes, eliminar subsidios que destruyen la naturaleza y el clima, mejorar la rendición de cuentas y la transparencia, poner fin a los delitos ambientales y aumentar y mejorar los recortes de gases de efecto invernadero estipulados en el Acuerdo de París, entre otros puntos.

Todo eso se lee muy bien en el papel y abre una ventana de esperanza, pero los 10 compromisos han sido señalados por diversos actores y en distintas cumbres, a lo largo de, por lo menos, 40 años.

Lo que resta es negociar para que China, Rusia, India, Brasil y Australia, entre otros países, se sumen. Estados Unidos por el momento, como es obvio, tampoco figura, y si llega a adherirse se deberá a los resultados de las elecciones presidenciales.

Ojalá y ahora sí los compromisos se cumplan y muestren resultados en 2021 y que los sectores sociales, más que los gobernantes, lideren los esfuerzos. Ahí está la fuerza.

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