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Tolerancia y pluralidad. Las lecciones no aprendidas

Leticia Robles de la Rosa

Leticia Robles de la Rosa

Hace 24 años, el entonces diputado federal del PRD, Marcos Rascón, inauguró una etapa en la historia del Poder Legislativo mexicano.

El 1º de septiembre de 1996, durante el Segundo Informe de Gobierno del priista Ernesto Zedillo, Rascón, diputado de una incipiente oposición al priismo, se colocó abajo de la tribuna de la Cámara de Diputados. Se puso una máscara de cerdo y sostuvo diversos carteles, mientras el Presidente de la República hablaba.

En el sexenio de Ernesto Zedillo llegó la pluralidad innegable al Poder Legislativo y él se convirtió en el Presidente de la República que enfrentó las primeras manifestaciones opositoras en el Congreso de la Unión.

El 1º de septiembre de 1999, el panista Carlos Medina Plascencia respondió el Quinto Informe de Gobierno de Ernesto Zedillo y se “atrevió” a decir que “la lucha contra la pobreza es una retórica vacía y desgastada. ¿Alguien podría afirmar que ya pasó lo peor?”.

La ira que perredistas y panistas le provocaron al entonces poderoso PRI llevó a muchos de sus integrantes a llegar al exceso de exigir la destitución de los diputados federales que se atrevían a mancillar de esa forma la entonces intocable figura presidencial.

Eran los primeros años de un México plural, que a punta de votaciones abrió las puertas del Senado y la Cámara de Diputados al arribo de una creciente oposición política y, con ello, al fin paulatino del poder absoluto del PRI. Un poder absoluto que acuñó conceptos como “carro completo”, para patentar el poderío que según sus militantes emanaba de unas urnas que reflejaban el sentir de todos los mexicanos.

El estilo de protestar de la oposición, para hacerse ver frente a la mayoría priista, actuó también contra los secretarios de Estado, como el 25 de septiembre de 1998, cuando en una comparecencia de la entonces secretaria de Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca, Julia Carabias, la diputada federal perredista, Laura Itzel Castillo, la acusó de apagar los incendios a “huarachazos”.

Son diversos los episodios en que los legisladores federales han llegado a los gritos y los empujones, como el 23 de abril del 2013, cuando los priistas se enfrentaron al bloque PAN-PRD en el Senado. Unos para defender y otros para atacar a Rosario Robles, entonces secretaria de Desarrollo Social.

Y desde hace una década hemos visto cómo esas protestas también llegan a las redes sociales y cada vez con más fuerza.

La semana pasada, la senadora panista Lilly Téllez “reventó” las redes sociales cuando decidió entregar un cetro de mando al subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell, al llamarlo “pequeño virrey de las camas vacías”, durante la comparecencia que tuvo en comisiones del Senado.

Ayer, la diputada federal panista, Martha Estela Romo, puso una cruz blanca, con la cifra de 87 mil muertes por covid 19, durante su participación en la comparecencia ante el pleno de la Cámara de Diputados de Jorge Alcocer, secretario de Salud, a quien le entregó una urna de cenizas.

A lo largo de estos 24 años son numerosos los casos de secretarios de Estado que son fuertemente criticados por la oposición. Son ya incontables las tomas de tribuna, despliegue de mantas, connatos de golpes; discursos devastadores, para frenar reformas. La oposición ya puso candados en las puertas del salón de plenos de la Cámara de Diputados y hasta metió caballos al recinto.

“No son formas de protestar”, “son excesos”, decían en su momento los líderes priistas y los líderes panistas frente a los estilos de la oposición que les fue común: el perredismo.

Ese perredismo es hoy Morena y tiene la mayoría absoluta en el Congreso de la Unión.

Una mayoría absoluta que se resiste a compartir el poder. Primero quiso cambiar la ley para impedir el arribo de Laura Rojas como presidenta de la Cámara de Diputados; después, impulsó artificialmente la bancada del PT para no dejar que llegara Dulce María Sauri a esa posición

Mayoría absoluta que en el Senado pide a gritos expulsar del salón de plenos a los opositores a su gobierno. Que coloca a ocho mujeres como muro humano para impedir la toma de tribuna del Senado.

Hace 24 años fueron contundentes para mostrar la voz de la pluralidad. Hoy, usan su mayoría para volver al monopolio de la verdad.

Lecciones no aprendidas.

 

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