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Mayorías y mayoriteos

Leticia Robles de la Rosa

Leticia Robles de la Rosa

 

 

A nadie debe sorprender que una fuerza política mayoritaria en el Congreso de la Unión cierre filas con el proyecto de un Presidente de la República que emana del mismo partido.

En 1990, con la aparición de la serie House of Cards, producida por la BBC de Londres, o años después, en 2010, con la serie danesa Borgen y luego en 2013 con la exitosa versión de House of Cards protagonizada por Kevin Spacey, conocimos en ficción el mundo político en el que un primer ministro o un presidente de la República tienen una relación natural con los legisladores de su partido y están en la construcción de mayorías para lograr la aprobación de reformas.

La realidad mexicana está lejos de esa ficción. En México no se construyen mayorías, se imponen mayoriteos. A diferencia de la dinámica política que nos muestran esas series de ficción, en México no tenemos una cultura arraigada de pesos, contrapesos, equilibrio de Poderes, pluralidad, tolerancia y construcción de mayorías.

En El presidencialismo mexicano, Jorge Carpizo hace una radiografía del poder metaconstitucional de los presidentes de la República del periodo posrevolucionario hasta finales del siglo pasado. Un presidente de la República emanado de la Revolución, sustentado por el poderoso PRI, que era legislador, ministro de Justicia, árbitro electoral y todo ese poder absoluto que tenía de facto, aunque la Constitución y las leyes describían un mundo ideal de pesos y contrapesos.

Esa realidad, que incluyó la llamada aplanadora priista en el Poder Legislativo, comenzó a cambiar en 1997, cuando el PRI perdió la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados.

Entonces, a Ernesto Zedillo le tocó ser el primer presidente de la República en buscar acuerdos con la oposición para sacar sus reformas y, por primera vez, vimos que no todas las propuestas del mandatario federal fueron avaladas.

Cuando Vicente Fox Quesada ganó la Presidencia de la República, no obtuvo la mayoría absoluta en ninguna de las dos cámaras del Congreso de la Unión. De hecho, el PRI era la primera fuerza y el PAN, la segunda.

“El presidente propone y el Legislativo dispone”, decía Fox ante la negativa priista a avalar sus propuestas.

A Felipe Calderón sí le tocó un PAN como la primera fuerza política en el Poder Legislativo, pero fue insuficiente.

El PRD lo desconoció como mandatario federal y Felipe Calderón tuvo que construir mayorías con el PRI. Así, el 90% de las reformas que le aprobaron, salieron con ajustes priistas.

Pero Felipe Calderón enfrentó una realidad inédita. Desde el PAN hubo opositores a sus decisiones. Por ejemplo, no pudo concretar el Mando Único Policial, porque cerca de la mitad de la bancada panista en el Senado, de vocación federalista, y el priismo no estuvieron de acuerdo.

Enrique Peña Nieto también tuvo la primera fuerza política en el Congreso de la Unión, pero en ninguna de las dos cámaras tuvo la mayoría. Por eso optó por el Pacto por México para concretar las reformas estructurales.

En 2018, el voto ciudadano decidió que Morena tuviera la mayoría absoluta y terminó con 21 años de una incipiente dinámica de contrapeso que el Poder Legislativo ejerció ante el Poder Ejecutivo.

Tiene razón Ricardo Monreal, líder de Morena en el Senado, cuando recuerda que la mayoría aplastaba a las minorías, pero también es cierto que esa mayoría no aplastaba a todas las minorías.

El ahora gobernador de Puebla, Luis Miguel Barbosa, exlíder del PRD en el Senado, fue un férreo opositor del peñismo, pero accedió a sentarse y construir reformas en áreas como telecomunicaciones, transparencia y anticorrupción. No lo aplastaron. Lo necesitaron.

A nadie debe espantar que un presidente de la República y su partido busquen mayorías para aprobar reformas. Eso es lo correcto.

Lo que preocupa es que volvamos a la mayoría que ignora a quienes le alertan de las afectaciones que provocan sus decisiones. Lo que preocupa es que en la actual mayoría de Morena no haya una voz que alerte de equivocaciones, como lo hicieron los panistas con Felipe Calderón en la LXI Legislatura.

Lo que preocupa es el regreso a la época del mayoriteo y la renuncia a la construcción de mayorías.

 

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