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De trabajadores indocumentados y autos ‘chocolate’

Leo Zuckermann

Leo Zuckermann

Juegos de poder

En todos los países, los políticos tienden a pensar que ellos pueden controlar el mercado. Por lo general, se equivocan, sobre todo cuando hay una gran demanda de un bien que se apareja con una gran oferta de este bien.

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Es lo que sucede en el mercado laboral de Estados Unidos. Para ser competitivos y poder seguir creciendo su economía, hay mucha demanda de mano de obra barata. Del otro lado de la frontera, en México, existe mucha oferta de trabajadores que no encuentran en su país trabajos bien remunerados. Las fuerzas de la oferta y demanda se juntan. No hay manera de detenerlas en los más de tres mil kilómetros de frontera que existen entre el país exportador y el importador de mano de obra.

Si los estadunidenses levantaran un muro, como era el sueño de Trump, los mexicanos construirían túneles. Si cerraran dichos túneles, aparecerían cruces marítimos. Si lograran controlar la vastedad del mar, algo inventarán para cruzar por aire, si no es que, para ese momento, el muro originalmente construido ya tendría varios boquetes.

¿Hasta cuándo entenderán los políticos que es imposible controlar el mercado?

Es el caso de las drogas, de los trabajadores ilegales que emigran de países subdesarrollados a los desarrollados y, sí, también, de los llamados autos chocolate, que van en sentido contrario. No hay manera de controlar todo esto. Lo único sensato es la regularización y legalización de estos mercados.

En este sentido, hoy voy a coincidir con el presidente López Obrador. Tiene razón al anunciar “un acuerdo para regularizar los carros que ya están en México, carros irregulares se van a regularizar porque se usan a veces para cometer ilícitos y no hay un registro; entonces, los vamos a regularizar todos, se va a dar un permiso, se les va a reconocer la posesión del vehículo”.

Claro que el Presidente lo hace por motivos políticos. He aquí una clientela electoral muy apetitosa que le deberá un favor a AMLO y su partido. Lo importante, sin embargo, es el reconocimiento a que ningún político puede controlar las fuerzas del mercado.

Con esta misma visión, López Obrador debería legalizar las drogas para empezar a tratarlas como un tema de salud pública y no de seguridad. Y el presidente Biden, de Estados Unidos, regularizar a millones de trabajadores indocumentados, así como reglamentar la entrada y salida de trabajadores que vienen de países menos desarrollados como México. Por su parte, los gobiernos de naciones emergentes deberían formalizar la importación de mercancías usadas que tienen más demanda en estos países, como la ropa, electrodomésticos, coches y camiones de segunda mano.

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Mejor reconocer las fuerzas del mercado que combatirlas.

Pero los políticos son tozudos. Creen que, con las policías a su mando, pueden controlar el mercado. Se encaprichan y cometen tonterías, como la eterna y utópica idea de que no hay que dejar entrar a los indocumentados.

Son necios, pero es que es muy poderoso el reclamo de una parte de la población que, frustrada por las crisis económicas, piensa que lo mejor es correr a todos los trabajadores indocumentados de su territorio. Lo único que logran es que el crecimiento económico se ralentice.

Son, además, racistas, porque, en su ánimo de controlar el mercado, empoderan a policías con la facultad de solicitar papeles a todo aquel sospechoso de estar indocumentado. ¿Y quiénes son los sospechosos? Pues aquellos que los delate el color de su piel.

Vemos, así, que oficiales morenos, de nombres como Joe Ramírez, nacidos en Estados Unidos, hijos de inmigrantes mexicanos indocumentados, detienen a morenos, de nombres como José Ramírez, inmigrantes mexicanos indocumentados que se fueron a Estados Unidos para que algún día sus hijos sean legales en ese país y, quizá, lleguen a ser policías como los que los están arrestando. Patético.

Sí, quizá es injusto para los trabajadores de un país tener que competir con trabajadores indocumentados. Sí, quizá es injusto para la industria automotriz de un país competir con los carros chocolate. Pero, caray, ¿acaso no sería más fácil asumir que es imposible controlar las fuerzas de la oferta y la demanda y actuar en consecuencia? ¿Regularizar a los trabajadores indocumentados en Estados Unidos y los autos chocolate en México para, eventualmente, legalizarlos? Algún día, al final de toda esta historia, desaparecerán las fronteras políticas y lo que sea legal de un lado será legal del otro. La sensatez se impondrá frente a la estupidez humana.

               

           Twitter: @leozuckermann

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