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Presidente: queremos salud, no beisbol

Laura Rojas

Laura Rojas

Agora

La renuncia de Germán Martínez a la Dirección del IMSS abrió la Caja de Pandora no sólo de ese instituto, sino también del sector salud en general. Todos sabemos que nuestro sistema público de salud está lejos de ser perfecto: con frecuencia los pacientes tienen que esperar semanas o incluso meses para realizarse estudios clínicos o para someterse a alguna operación. Muchas veces no hay el medicamento o el material de curación necesario, y se les pide a los enfermos comprarlos por su cuenta.

Tampoco es una novedad que las compras en este sector han sido señaladas por corrupción y despilfarro. Así que siempre se reconocerán los esfuerzos de cualquier gobierno por eficientar el uso de los recursos públicos como el hacer compras consolidadas para obtener un mejor precio, y otros, pero una cosa es la austeridad y la honestidad, y otra, una tacañería irracional y una incompetencia en el ejercicio del gasto que asfixie a las instituciones y ponga en riesgo la salud y la vida de las personas.

El exdirector del IMSS señaló en su carta de renuncia que “El Presidente del Gobierno de México proclamó el fin del neoliberalismo, pero en el IMSS algunas injerencias de Hacienda son de esencia neoliberal: ahorro y más ahorro, recortes de personal y más recortes de personal. Ese control del gasto tiene dos consecuencias fatales (…) pasillos de espera llenos de personas adoloridas y mal trato o retraso en la atención a pacientes (…) Ahorrar y controlar en exceso el gasto en salud es inhumano.”

A esa denuncia se sumó la de los institutos nacionales de alta especialidad que, entre recortes de personal y recursos congelados desde hace cinco meses, los tienen en alerta máxima. En un documento entregado por los directores de dichos institutos a diputados, se señala que tan sólo para el Instituto Nacional de Salud Hospital Infantil de México Federico Gómez, entre las consecuencias de la política de austeridad del gobierno federal se encuentran: la falta de servicios de limpieza y de recolección de basura, así como de lavado de ropa hospitalaria; la disminución de enfermeras, químicos y laboratoristas; retrasos en la atención especializada; la disminución al 50% de cirugías de alta especialidad como las oncológicas; la reducción de múltiples estudios y tratamientos que requieren anestesia; y el incremento del riesgo de infecciones nosocomiales, entre otros.

Hay que recordar que ésta no es la primera vez que los recortes presupuestales que dispuso el Presidente tienen efectos directos en la población: el desmantelamiento del programa Estancias Infantiles ha privado a miles de niños y niñas de un cuidado de calidad, ya que el dinero que las madres de los niños reciben ahora no está siendo destinado en su totalidad para que reciban atención profesional.

Otro ejemplo es la reducción del presupuesto a la Conafor, que impactó en los programas de prevención de incendios generando la crisis ambiental que sufrimos hace unos días en el Valle de México y otras zonas del país.

La razón de estas crisis son las prioridades del presidente López Obrador, quien ha ordenado a sus diputados y al Secretario de Hacienda sacar dinero de donde y como sea para financiar sus tres elefantes blancos: el aeropuerto de Santa Lucía, el Tren Maya y la refinería de Dos Bocas; para regalar dinero y hacerse de una clientela electoral; y para financiar sus propios gustos como el beisbol al que el gobierno destinará anualmente 500 millones de pesos. Dichas prioridades están equivocadas: primero es la salud y luego el beisbol.

 

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