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La otra pandemia

Laura Rojas

Laura Rojas

Agora

Los últimos días han vuelto a colocar el tema de los derechos de las mujeres y las niñas en la agenda pública. El pasado 8 y 9 de mayo se cumplieron dos meses de las históricas marchas protagonizadas por decenas de miles de mujeres que, en todo el país y en el mundo, exigimos el fin de la violencia de género y los feminicidios, así como del Paro Nacional de Mujeres que mostró cómo sería un día sin nosotras.

Estábamos concentrados en la demanda de una sociedad verdaderamente igualitaria, en la que las mujeres y niñas podamos vivir libres y seguras, cuando el COVID-19 apareció y esa fuerza pareció desvanecerse, la emergencia sanitaria acaparó la atención, hasta que la otra pandemia, la de la violencia doméstica, se incrementó debido al confinamiento.

Desde el principio, ONU Mujeres advirtió que las medidas en contra de la propagación del COVID-19, como el aislamiento o distanciamiento social, y las restricciones de movilidad exacerbarían la violencia en contra de las mujeres y las niñas que ocurre en los hogares porque las víctimas se encuentran encerradas con sus perpetradores con oportunidades muy limitadas de salir de sus hogares o de buscar ayuda.

Desafortunadamente, en México esto ha sucedido tal cual: según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, en marzo de 2020 se abrieron 20,232 carpetas de investigación por el delito de violencia familiar, esto es 14% más que las denuncias presentadas en febrero, antes de que iniciara el confinamiento, y 19% más que el promedio mensual registrado durante todo 2019. Además, las llamadas al 911 clasificadas como por “violencia familiar”, “violencia en la pareja” y “violencia contra la mujer” sumaron 113 mil 657 en marzo, un 22% más que en febrero.

La mayoría de las mujeres que son víctimas de violencia son madres y ayer que fue el día en que las celebramos también fue un recordatorio de otra de las más dolorosas realidades que miles de madres mexicanas sufren: la desaparición de sus hijas o hijos.

La precariedad salarial es otro de los hechos que la mayoría de las mujeres y madres sufren. Ayer, Excelsior publicó que, “según el Inegi, 73.7% de las mujeres ocupadas en alguna actividad económica tiene al menos un hijo y obtienen bajos ingresos. La más reciente Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo indica que 74.2% de las mamás que trabajan, más de 12 millones de mujeres, sólo gana hasta tres salarios mínimos”. Además de los bajos salarios, usualmente no cuentan con prestaciones y muchas de ellas aceptan ese tipo de trabajos por ser compatibles con su rol de madres.

México tiene muchos problemas y retos que afrontar, pero ni en la peor emergencia podemos dejar de priorizar la lucha por erradicar las violencias. Lo urgente en ese terreno es avanzar en tres frentes: expandir la red de apoyo, protección y defensa de las mujeres y niñas víctimas para que se atrevan a denunciar, que su denuncia tenga una consecuencia definitiva y puedan volverse autosuficientes. Esto incluye un mejor tipo penal de feminicidio homologado en todo el país.

El siguiente paso es la creación de un Sistema Nacional de Cuidados que quite de los hombros de las mujeres la tarea casi exclusiva del cuidado de las y los niños menores de tres años, familiares enfermos y adultos mayores. Esto permitiría a muchas mujeres contar con un salario o con un mejor salario, lo cual es fundamental para el empoderamiento.

Ambas cosas requieren un esfuerzo presupuestal y de políticas muy importante por parte del Estado que hay que impulsar desde todas las instancias posibles, y desde la Cámara de Diputados lo seguiremos haciendo.

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