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AMLO, el populista I

Laura Rojas

Laura Rojas

Agora

Por si alguien aún tiene duda de que México se ha sumado a los países que en el mundo tienen un gobierno populista, basta revisar las declaraciones del presidente López Obrador respecto a los órganos constitucionales autónomos de la última semana, así como las propuestas de nombramientos que ha enviado al Congreso.

Jan-Werner Müller, en su libro Qué es el populismo, habla de tres técnicas populistas para gobernar y sus justificaciones morales que se adaptan perfectamente a las actitudes y políticas del gobierno lopezobradorista.

Müller menciona que la primera acción de los regímenes populistas es la de la colonización u ocupación del Estado a través de la colocación de simpatizantes leales en cargos burocráticos para cuyo desempeño la imparcialidad es una cualidad indispensable. En dichos países, las mayorías del régimen han modificado la ley a fin de garantizar el nombramiento de sus incondicionales. En México, la mayoría morenista acaba de reformar la ley del Fondo de Cultura Económica para que Paco Ignacio Taibo II, que estaba impedido por no cumplir con el requisito de ser mexicano por nacimiento, ocupe el cargo.

También, los gobiernos populistas suelen desmantelar la independencia del Poder Judicial y de otros entes autónomos creados para generar contrapesos. Con lo que respecta al Poder Judicial, la característica de las dos ternas que ha enviado AMLO al Senado para la elección de dos ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación es la abierta identificación de sus integrantes con el partido político del Presidente. Lo mismo sucedió con la designación del primer Fiscal General de la República, un personaje cercano al poder que en otras épocas Morena hubiera, sin duda, llamado “fiscal carnal”.

Por otro lado, la acometida de AMLO contra prácticamente todos los órganos constitucionales autónomos no ha cesado desde antes de tomar posesión del cargo. Dichas instituciones fueron diseñadas a lo largo del tiempo por acuerdo de todas las fuerzas políticas para hacerse cargo de temas del Estado que por su naturaleza deben de estar blindados de la injerencia del Poder Ejecutivo o de otros actores políticos o económicos.

La izquierda fue parte fundamental en la creación de estos órganos. Como ejemplo, el Inai contó con el decidido impulso de hoy destacados funcionarios del gobierno morenista como Alejandro Encinas y Zoé Robledo. Hablamos de tareas como la organización de las elecciones; la generación de información estadística; la lucha contra los monopolios; la regulación de quienes tienen de una concesión para explotar bienes de la Nación; la protección de los Derechos Humanos; la implementación de política monetaria; y de garantizar la transparencia y el derecho a la información, entre otros.

La lógica detrás de la autonomía de estas instituciones es la fragmentación del poder político y la generación de contrapesos, lógica que claramente se opone a la de hiperconcentración del poder que le gusta al Presidente.

Por eso AMLO ha cargado sin evidencia ni denuncia en ningún caso contra el INE por su expresupuesto elevado; contra el Inai por mandatar ocultar información cuando ha hecho todo lo contrario; contra la CRE por su supuesto conflicto de intereses, también de manera imprecisa; contra los órganos que regulan sectores económicos por operar a favor de empresas particulares; y claro, siempre, por actuar en contra del pueblo.

Pero la descalificación moral no es la única forma de desmantelar instituciones que estorban al Presidente. También lo es la reducción de presupuesto como lo sufrió el Inegi, o el impulsar a personas incompetentes como sus propuestas a integrar el pleno de la Comisión Reguladora de Energía. El fondo, reitero, es debilitar todo poder que le genere contrapesos.

Continuará…

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