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¿Liberar la patente?

Kimberly Armengol

Kimberly Armengol

Rompe-cabezas

Hace unos días, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, compartió la posible opción de liberar la patente de la vacuna anticovid-19 como una medida de apoyo a los países menos desarrollados y con mayor déficit de vacunas.

La noticia fue muy bien recibida por muchos gobiernos alrededor del mundo, aunque también con desconfianza y recelo por países europeos y los laboratorios que ostentan las patentes.

Horas después, el presidente Vladimir Putin también consideró la opción de su homólogo estadunidense, como una medida de solidaridad internacional y una inyección de esperanza en un mundo donde, hasta finales del mes de abril, alrededor de mil millones de personas en todo el planeta han recibido al menos una dosis de la tan deseada vacuna.

No olvidemos que la población mundial está estimada en más de siete mil millones de habitantes, con lo cual, menos de 15% de la población mundial ha tenido acceso a una una dosis contra covid-19.

Sí, hay avances, pero estos en su mayoría son para países desarrollados o, para ser más precisos, para aquellos donde los laboratorios productores del reactivo tienen sede. 

¿Injusticia? ¿Acaparamiento? ¿Falta de recursos o estrategia? Tal vez todo, pero lo que sí es un hecho es que la vacuna no es un bien público o el descubrimiento de un gobierno (exceptuando a China y Rusia), en realidad es una enorme inversión que han realizado los laboratorios más importantes a nivel mundial y que tampoco están dispuestos a renunciar a una tajada de pastel tan grande.

La intención es buena, por supuesto, y marcaría un antes y un después de esta crisis de salud mundial, pero tristemente no se trata sólo de una medida de buena voluntad, va más allá de eso. Los laboratorios argumentan que el hecho de liberar la patente podría ser peligroso, ya que, según ellos, requiere de insumos, instalaciones y personal altamente capacitado; lo que requeriría al menos de un año para poder repetir las condiciones en las que se desarrolla la vacuna actualmente.

Puede ser un pretexto, en lo que ellos continúan generando miles de millones de dólares en ganancias y, evidentemente, no están dispuestos a perder. No olvidemos que los laboratorios son negocios y ése es su principio y fin ¿justificable? Tal vez sí, tal vez no, pero a fin de cuentas la patente es suya y no la van a soltar a menos de que haya muchos billetes de por medio.

Lo anterior nos recuerda la fragilidad de los gobiernos frente a la iniciativa privada, donde, hoy, la vida de miles de millones de personas depende de la voluntad de un particular al que la vida de una persona sólo es importante si cuenta con los recursos para pagar sus insumos.

Puede ser muy positiva la propuesta de la liberación de las patentes, pero ¿realmente los países pobres tienen la capacidad de producir la vacuna en condiciones óptimas? 

Cada día se profundiza la brecha entre vacunados y no vacunados, en la que la guerra por la supervivencia está siendo muy cruel y nos remite a la base de la supervivencia humana por más cruel que parezca.

Entre tanto, debe buscarse una opción en la que las vacunas puedan ser producidas lo más rápido posible, pero también, voltear nuevamente a la ciencia y no dejarla sólo a cargo de particulares que, si bien contribuyen a grandes avances, también pueden ser un tapón para proteger el bien más preciado: la vida.

 

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