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El deber del PAN

Juan José Rodríguez Prats

Juan José Rodríguez Prats

Política de principios

Acción Nacional no es curandera de afecciones de piel.Acción Nacional no puede estar ligada a un episodio electoral nunca.

Efraín González Luna

 

Por fin una buena noticia. Un grupo de mexicanos con larga trayectoria política y comprometido con México asume una tarea: concientizar al ciudadano del momento que vive el país y enrumbar al Estado para alcanzar los fines para los cuales fue concebido. Me honra tener con muchos de ellos lazos de afecto y afinidad en preocupaciones y propuestas. Van algunas reflexiones.

Los precursores de nuestra independencia presentaron planes, proyectos de nación, leyes aspiracionales, proclamas, buenos propósitos, ingenuas intenciones. En todos los casos, los resultados fueron paupérrimos. Ya lo he dicho, pero es conveniente insistir. Hace algunos años, en una conferencia, le pregunté al erudito historiador, acucioso conocedor de nuestro pasado, David Brading, en qué principios, desde nuestro origen como nación independiente, hemos sido congruentes, esto es, que hayamos vivido conforme a lo que pregonamos. La respuesta fue breve y contundente: en querer preservarnos como México y en cuidar más las apariencias que el contenido.

¿No sabemos qué hacer desde el gobierno a estas alturas? Mi experiencia en los diferentes cargos que desempeñé es que desde el poder las opciones se reducen. El campo de maniobra se estrecha. Con todo nuestro bagaje, ¿no sabemos qué conservar, qué cambiar, qué corregir o qué extinguir? Si analizamos los programas de los partidos, tengo la certeza de que ningún problema carece de opciones para resolverlo. Sugeriría, sin descartar el deber de escuchar a la ciudadanía, dar preeminencia a hacer pedagogía política.

Nuestro desafío más urgente es enaltecer nuestra cultura política, específicamente nuestra capacidad para deliberar. La mayor responsabilidad recae en los partidos políticos. Acusan al partido en el poder de polarización cuando los dirigentes del PAN, PRI y PRD han tenido actitudes mezquinas y mediocres para tomar decisiones, propiciando lo que critican. En los tres casos, han matado la posibilidad del debate interno. Se han creado oligarquías para distribuir privilegios, acrecentando la corrupción. Hace apenas un cuarto de siglo era un deleite escuchar los debates —auténticas cátedras— de Carlos Castillo Peraza, Porfirio Muñoz Ledo, Santiago Oñate…

Nuestra pervertida democracia vino a degradar más a nuestra clase política, la desnudó. Ahora, percibimos su pequeñez y flaqueza espiritual. En cuanto a mi partido, recuerdo aquellas palabras de González Luna cuando en septiembre de 1939 se discutía el apoyo a la candidatura de Juan Andreu Almazán:

Acción Nacional no puede fincar, arriesgar, mejor dicho, el tesoro inestimable de sus posibilidades de salvación futura de México, en el episodio inmediato, apremiante de la elección (…) La clase de adhesión que Acción Nacional desea tener y necesita tener e indefectiblemente tendrá respecto de la población de la república, no es la adhesión pasajera, la fiebre efímera de una agitación electoral (…) Mientras en México no exista conciencia política, hábitos políticos, las calenturas políticas no nos llevarán a ninguna parte.

Desde luego, un partido debe ganar elecciones, pero no a cualquier precio. No me cansaré de repetir las palabras de Federico Ling Altamirano: “Puedo imaginar un PAN sin poder, pero no a un México sin el PAN”. Estamos sobredimensionando la amenaza que representan Morena y la 4T; están generando un ambiente de pánico que nos está alejando de las causas que nos deben inspirar para lograr consensos. Como bien lo señala el documento denominado Punto de Partida, “Nuestro reto es valorar cada asunto en sus méritos y conservar y fortalecer todo aquello que funcione”.

El PAN fue creado como un instrumento de la ciudadanía para hacer política. Su primer deber es cumplir sus ordenamientos internos y respetar su membresía, lo cual se hace extensivo a toda organización que aprecie la democracia.

 

 

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