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Marchas

Juan Carlos Sánchez Magallán

Juan Carlos Sánchez Magallán


 

La marcha del domingo pasado fue una extraordinaria manifestación de apoyo popular a las políticas públicas y programas impulsados por el presidente Andrés Manuel López Obrador y su administración.

Las 16 razones que enunció, entre otras, son motivo suficiente para que la gente saliera a la calle a mostrar su respaldo a lo realizado en estos cuatro años de su gobierno; falta mucho por hacer, sin embargo, es bastante lo avanzado, sobre todo desterrar a “los grupúsculos” enquistados en el poder y que, como bacterias, inundaron el cuerpo orgánico de la administración pública nacional para proteger todos los negocios que, al amparo del poder por décadas, venían realizando.

Además, so pretexto de la defensa del INE, salieron a la calle hace 10 días para manifestarse en contra del presidente López Obrador.

Hablando de la reforma electoral, ¿quién puede oponerse a redimensionar el gasto excesivo que realizan los altos mandos burocráticos del INE? ¿Quién puede oponerse a la reducción de las 500 curules de la Cámara de Diputados y los 128 escaños del Senado de la República?

¿De verdad necesitamos tantos legisladores para la sana producción legislativa del país? O, más bien, agrandaron el número de asientos en ambas Cámaras para “darle chamba” a las novias, esposas y compromisos de las cúpulas partidistas.

Y, ¿quién no puede estar de acuerdo en que los partidos políticos sean verdaderas entidades de interés público al servicio de la sociedad y no al servicio de unos cuantos? Que usan indiscriminadamente los recursos económicos públicos a los que les dan salida mediante abundantes gastos sin comprobación, sin la participación de organismos certificadores de la sociedad civil. Efectivamente, tenemos elecciones ciertas y creíbles… pero a costos excesivos, no es asunto nuevo, durante años hemos denunciado esto y solicitado su corrección.

Ahora que López Obrador pretende ordenar todo esto mediante una reforma electoral, sus detractores en el Poder Legislativo lo usan para incentivar odios en su contra, argumentando que “quiere destruir al INE para reelegirse como presidente”. Situación lejana de la realidad; recordemos que este tema le costó a la nación muchas vidas desde antes de la época de la Revolución; a la postre se suma el movimiento antirreeleccionista del presidente Madero y el vicepresidente Pino Suárez, quienes perdieron la vida a manos del autoritario dictador Porfirio Díaz, quien renunció al cargo en 1911, provocando una guerra civil de 10 años en la que murieron un millón de mexicanos. Por ello, a los que promueven esa posibilidad, el presidente Andrés Manuel López Obrador los debería mirar con desconfianza y alejarlos, pues son aves de mal agüero.

Así, las 16 razones de Andrés Manuel López Obrador para sustentar la movilización del país desde el Ángel de la Independencia hasta la plancha del Zócalo de la Ciudad de México fueron celebrar los siguientes asuntos: en México ya no domina la oligarquía; no se permite la corrupción; tenemos finanzas públicas sanas; el 85% de los hogares mexicanos recibe, cuando menos, una pequeña porción del gasto público; no queremos que haya racismo, clasismo y discriminación; está triunfando la estrategia de atender las causas que originan la violencia; la paz es fruto de la justicia; seguirán aumentando los salarios de los trabajadores; se ahorran 50 mil millones de pesos por no pagar la publicad a los medios de comunicación; 11 millones de jóvenes estudiantes de familias reciben beca; 12 millones de adultos mayores tienen una pensión, y a partir de enero tendrán un aumento del 25%. La marcha fue para decir que hay esperanzas y felicidad en nuestro pueblo, y, a pesar de la pandemia y de otras calamidades, México está avanzando y acrecienta su prestigio en el concierto de las naciones del mundo. Humanismo, así lo definió el presidente López Obrador.

¿O no, estimado lector?

 

 

 

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