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Intolerancia

Juan Carlos Sánchez Magallán

Juan Carlos Sánchez Magallán

 

Intolerancia es una palabra de origen latino, intolerantia, y es sinónimo de intransigencia, terquedad, obstinación, testarudez, por no respetar a las personas que piensan diferente en los ámbitos político, social, religioso, sexual, cultural, racial, etcétera.

La intolerancia es la actitud o un comportamiento de las personas a las que no les gustan o agradan las preferencias de otras personas. Dice el adagio popular: “De política y religión, mejor no hablamos” porque nunca llegaremos a ningún acuerdo.

La intolerancia supone implicaciones negativas, que no respeta los gustos y las preferencias, la ideología, la sexualidad, la nacionalidad o etnias de otras personas, llegando a convertirse en fobias y en filias.

La intolerancia se manifiesta en sociedades que estigmatizan conductas que “salen de las pautas aceptadas”, incluso existen países que penalizan a todas aquellas personas con orientaciones como la comunidad LGBTIQ+, integrada por personas lesbianas, gays, bisexuales y trans (transgénero, transexuales y travestis), intersexual, queer. Mucho se usa la palabra “diversidad sexual” para referirse a todas las orientaciones sexuales, tipos de relación erótica e identidades de género, adaptadas libremente y discriminadas legal o moralmente sin limitarse a aquellas como las prácticas swingers, los diferentes fetichismos, la estética leather, la pansexualidad, el poliamor o la infidelidad natural consentida (cuckolding), etcétera.

Qué decir de la intolerancia religiosa, que otorga poder a las personas cuyo credo oficialmente se considera como la única interpretación auténtica de la verdad religiosa o espiritual.

La historia registra múltiples conflictos religiosos: las guerras santas y las cruzadas son claro ejemplo de cómo miles o millones de personas han muerto a consecuencia de violencia al prójimo, motivada por la fe. Actualmente, el Estado Islámico de Irak es la mejor representación de persecución contra todos los credos calificados de “infieles”, provocando el desplazamiento de miles de refugiados que huyen del clima intransigente de violencia. Esto lo padecen comunidades enteras de Sudán, República Centroafricana, Siria e Irak, entre otras.

La migración reduce la intolerancia, pues la necesidad de migrar a otros países ayuda a mejorar la convivencia entre personas de diferentes nacionalidades. La mejor manera de resolver la amenaza de violencia motivada por la religión o las creencias es contrarrestando los mensajes de odio con mensajes de paz, como los del papa Francisco.

La intolerancia es consecuencia de comportamientos negativos, como la discriminación, en todas sus formas: racismo, xenofobia y homofobia. La historia identifica como la más representativa persecución a la del Tercer Reich en contra de judíos, gitanos, homosexuales, rusos, etcétera.

La intolerancia también la observamos en los insultos que reciben los deportistas en el desarrollo de eventos internacionales. Hoy, hace 27 años, la ONU instauró el Día Internacional de la Tolerancia; su declaración afirma que la tolerancia no es indulgencia o indiferencia, sino respeto para saber apreciar la riqueza y variedad de las culturas en el mundo y las distintas formas de expresión de los seres humanos, reconociendo sus derechos universales y las libertades fundamentales de los otros y, ciertamente, sólo la tolerancia puede asegurar la supervivencia de comunidades mixtas en las distintas regiones del mundo, fortaleciendo la comprensión mutua entre las culturas de los pueblos. Recordemos que todas las personas nacemos libres en igualdad, dignidad y derechos civiles y políticos reconocidos en la Carta Magna y en los tratados internacionales obligatorios para México.

La tolerancia no es un fin, sólo es un medio para alcanzar la paz anhelada. ¿O no?, estimado lector.

 

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