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#Coronavirus: redes y el “pánico moral”

José Buendía Hegewisch

José Buendía Hegewisch

Número cero

Vivimos sitiados por opiniones ajenas, no precisamente para el resguardo, sino como objetivos de influencias o “influencers” y tendencias. Pero las interferencias a que apuestan grupos de presión y poderes públicos en redes son muy graves en una emergencia sanitaria como esta del coronavirus, porque la información deficiente, mal intencionada o falsa se sirve de la amenaza para crear “pánico moral” y control con sus linchamientos digitales, peticiones de firmas o boicots. La conversación polariza, afecta la gobernabilidad, incluso puede cobrar vidas.

La información pública no puede ser sectaria, de seguidores de sectas o que incurren en el sectarismo. Adrede el uso del calificativo tres veces porque esa postura es el virus que infecta las redes para atacar o defender a López Obrador o a cualquier otra institución pública a través de menajes que distorsionan o exageran una amenaza como el COVID-19. A la vez que también cuentas oficiales y sus seguidores aprovechan la red como terreno de combate para ganar el debate público a los que cuestionan, así sea constructivamente, las acciones del gobierno. A ninguna de las dos posiciones les interesa demasiado la libertad de expresión, aunque sirve de coartada para campañas de fake news o noticias falsas en redes que buscan estigmatizar al adversario.

La preocupación por el COVID-19 ha ido en aumento en el país. Desde enero pasado, la conversación ha mutado desde verse como un tema lejano (Asia), hasta la incredulidad y el creciente temor por la cercanía a la etapa más expansiva en México.

Un análisis de Streamics Lab entre el 30 de enero y el 18 de marzo de 315 mil 959 contenidos y 88 mil 658 tuits, con datos de Google Trends, muestra que la necesidad de conocimiento sobre el virus se multiplicó con la detección del primer caso en el país y comenzó a ser considerado un problema serio tras la declaración de la OMS sobre la pandemia.

Pero el efecto del incremento de la conversación sobre el COVID-19 ha contribuido a la división de la comunidad de participantes, incluidos los medios de comunicación, en beneficio de mensajes políticos sectarios. Por ejemplo, la circulación de la sospecha de que el gobierno ocultaría el número real de contagios por la aparición de 70 muertes de neumonía atípica esta semana en Edomex. O de otro lado, la estigmatización del coronavirus como enfermedad de “ricos” y la inmunidad de los pobres al contagio, en palabras irresponsables de Miguel Barbosa, o las declaraciones de Salinas Pliego contra las críticas “fifis” de los que han cuestionado la política de López Obrador contra el aislamiento extremo para cuidar la economía.

Ya en otros acontecimientos como el culiacanazo, Signa Lab del ITESO detectó cómo desde cuentas oficiales y sus seguidores buscaron alterar el debate público con programas introducidos subrepticiamente como los virus en una computadora para modificar la información e imponer su narrativa en casos como la RedAMLOve (Democracia, libertad de expresión y esfera digital). A pesar de que en el COVID-19 el tema dominante son las medidas para evitar el contagio, su invasión en redes también ha contribuido a la polarización entre dos grupos. Unos abocados a combatir noticias falsas para favorecer un clima de confianza y tranquilidad y, otros, dispuestos al alarmismo que explota emociones y “pánico moral” al tratar de identificar la amenaza con grupos como antes ha ocurrido con los homosexuales y el VIH, las pandillas de jóvenes con la violencia o los árabes con el terrorismo. ¿Quién es el culpable del coronavirus y su contagio?

No obstante, en instituciones académicas, ONG y hasta figuras públicas como Beatriz Gutiérrez Müller crecen llamados por el peligro que implican las noticias falsas para identificar una amenaza o crear nuevas, debido a un mal manejo de la comunicación masiva. Pero también están los que juegan con el riesgo de explotar el temor para simplificar las características de esta amenaza (“¿Qué les preocupa?, si mueren van a ver a su Dios”, Fernández Noroña dixit), aunque puedan desatar reacciones ilógicas, soluciones precipitadas e histeria colectiva, y dejar heridas sociales semipermanentes cuando pase la crisis.

En una crisis sanitaria común, el sectarismo tiene efectos tan graves como el individualismo porque solamente una sociedad unida puede ganar esta batalla.

 

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