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Se arruga el terciopelo de la transición

Jorge Fernández Menéndez

Jorge Fernández Menéndez

Razones

La transición de terciopelo que algunos apreciaban comienza a mostrar nubarrones, en parte porque es inevitable que así sea, sobre todo cuando el cambio se da entre dos administraciones tan distintas, pero en buena medida, también, porque el equipo de gobierno, el grupo legislativo, el próximo partido en el poder, conforman un galimatías difícil de entender donde hay de todo, con visiones muy diferentes del país y de la forma de ejercer el poder, fuerzas y personajes que sólo están unidos por el apoyo a Andrés Manuel López Obrador, pero que ahora comienzan a tomar vida propia. No es ajena a este proceso la decisión (errada) de haber comenzado a realizar tantos nombramientos muy adelantados que han provocado que los próximos funcionarios quieran ya actuar como si estuvieran en el cargo.

El caso del Conacyt es sencillamente vergonzoso. La nueva directora ordenando que se cancele hasta el pago de becas, las promociones, que se paralice hasta que ella asuma una institución que se ha manejado en forma impecable durante muchos años. Lo del Fondo de Cultura Económica igual: no tenía sentido designar desde hace meses a Margo Glantz, no porque no tuviera méritos, sino porque por la edad y la salud no estaba en condiciones de asumir esa responsabilidad.

Dirigir el FCE, una enorme editorial con presencia en muchos países, es un trabajo complejo, que requiere visión, cultura, pluralidad y dedicarse a ello de tiempo completo. El FCE ha tenido excelentes directores (José Carreño lo es) y no es una oficina burocrática más. Margo ya renunció al cargo que nunca asumió y ahora dicen que iría Paco Taibo II, pero el propio escritor dice que no ha tomado una decisión porque primero tiene que hablar con Andrés. ¿Es Paco el perfil adecuado para la FCE? Más allá de sus indudables talentos literarios y su evidente radicalidad política, creo que no, salvo que se piense convertir al Fondo en un proyecto muy diferente al que creó Arnaldo Orfila.

Lo de la Cámara de Diputados es ya un completo sainete. Las diferencias entre Mario Delgado, Porfirio Muñoz Ledo, Dolores Padierna, Gerardo Fernández Noroña, entre muchos otros, son evidentes y públicas. A la arrogancia con la que se mueven muchos de los diputados de Morena que en la mitad de las sesiones ni les permiten hablar a los legisladores de la oposición y que creen que están de mitin en San Lázaro, se suma la renuncia en masa de los principales funcionarios de la Cámara ante las medidas de “austeridad” y las diferencias profundas sobre qué hacer ante la ausencia de ese personal.

Un caso especial es el del director de Comunicación de la Cámara, Óscar Argüelles, al que Muñoz Ledo le pidió la renuncia, pero Delgado le pidió que se quedara en esa posición. Argüelles es uno de los mejores y más eficientes comunicadores del sector público, con una enorme experiencia y capacidad de interlocución y que ha trabajado en áreas clave del gobierno federal y el Congreso.

Pero Porfirio (que el pasado 2 de octubre publicó un artículo como si en 1968 hubiera formado parte del Comité de Huelga en lugar de estar haciendo la apasionada defensa de Díaz Ordaz) quiere poner a uno de los suyos. En el Senado las cosas son más serenas, pero la distancia entre Ricardo Monreal y Martí Batres es evidente. Y no podemos olvidar la pelea entre la presidenta del partido Yeidckol Polevnsky y el ahora gobernador Cuauhtémoc Blanco.

En seguridad el presidente electo se ha metido sólo en problemas delicados. Su acusación de que fue el Estado Mayor Presidencial el que ejecutó la matanza de Tlatelolco no tiene sustento y mucho menos que quiera justificar con ello la próxima desaparición de ese cuerpo especializado que todos los especialistas en el tema, sin excepción, le han recomendado mantener.

Todas las investigaciones coinciden en que el papel protagónico en el crimen de Tlatelolco fue del Batallón Olimpia, donde intervenía personal de todas las corporaciones de seguridad, pero cuyos mandos eran autónomos y dependían directamente de Presidencia, Gobernación y el DDF. Dicen en el equipo del presidente electo que lo que sucede es que se cometieron abusos en el EMP y por eso Andrés Manuel lo quiere desaparecer.

Pues bien, el próximo Presidente puede y debe designar a los mandos de ésa y de otras instituciones y, simplemente, establecer las normas que se deben seguir y acabar con cualquier abuso que encuentre. De otra forma es como decir que si hubo abusos, por ejemplo, en el IMSS, se debe desaparecer, por ello, el Seguro Social.

Y hablando del Seguro Social, otra de las contradicciones que han surgido entre quienes serán los próximos funcionarios de las distintas áreas de salud es que hay quienes quieren desaparecer el Seguro Popular, quizás porque fue una creación del gobierno de Calderón, reviviendo algo parecido al IMSS-Coplamar (otro regreso a los 70).

La lista podría continuar, pero a la designación demasiado adelantada de funcionarios se ha unido otra cosa. La gira de agradecimiento del presidente electo, que lo ha sacado del espacio presidencial para volver a colocarlo en campaña. Y los dichos de campaña sirven para ganar elecciones, pero no para gobernar. El presidente electo debe regresar al espacio presidencial y comenzar a poner orden junto a sus más cercanos en sus fuerzas y sus proyectos.

 

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