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Inventos mediáticos y guerras civiles

Jorge Fernández Menéndez

Jorge Fernández Menéndez

Razones

Para mi hija Valeria, en su cumpleaños

 

Escribió Xavier Velasco que “las últimas semanas han refrescado algunos rencores. O quizás se hayan hecho más rancios”. Y vaya que en estos días algunos rencores se han vuelto rancios.

Cuando Adán Augusto López dijo en su comparecencia en el Senado que había recibido sus tareas de gobierno con una vara muy alta, no se estaba refiriendo a la Secretaría de Gobernación. Cuando el nuevo secretario recibió la Secretaría de Gobernación, ésta se había convertido en un cascarón donde lo único que al final operaba, no siempre para bien, era la Subsecretaría de Derechos Humanos, que encabeza Alejandro Encinas.

Olga Sánchez Cordero había perdido en Gobernación todas las tareas inherentes a la misma, hasta la Subsecretaría de Gobierno. Se había quedado sin la seguridad, sin la protección civil, sin el control de los penales, sin la inteligencia, el CNI; sin la interlocución con los gobernadores y los partidos políticos; sin la agenda legislativa, sin la relación con el Poder Judicial, viniendo ella misma de la Suprema Corte. La secretaría se quedó con los actos protocolarios y con el bello Palacio de Bucareli. Nada más.

Cuando se empezó a hablar de la “secretaria florero” se hablaba de eso, de una secretaria que, más allá de sus capacidades o su digna historia personal, simplemente no tenía nada que hacer, había perdido todas las tareas sustantivas de la que siempre había sido la secretaría más poderosa del país. Cuando Olga terminó siendo reemplazada, esas tareas regresaron progresivamente al nuevo secretario, a un hombre, ese sí, de confianza del presidente López Obrador, Adán Augusto López.

Durante la primera mitad del sexenio, las tareas que le correspondían a la Secretaría de Gobernación, no todas, pero sí buena parte de ellas, pasaron por las manos del consejero Jurídico de la Presidencia, Julio Scherer Ibarra. Con él se veían los temas judiciales, sobre todo con la Suprema Corte; allí se pergreñaron las reformas legales y constitucionales que, se esté de acuerdo o no con ellas, le dieron forma a la 4T. Ahí se veían muchos de los principales temas que aquejaban al país, y se dialogaban las cosas que no tenían otros espacios en el gobierno. Con un presidente como López Obrador, muchas cosas se tienen que ver en otros ámbitos. Otros tienen que ser sus interlocutores. Y quien cumple ese papel siempre es por una decisión del propio Presidente.

No es algo inédito. Lo hicieron otros mandatarios, en un esquema de gobierno diferente, como por ejemplo, Liébano Sáenz durante el gobierno de Ernesto Zedillo, aunque éste siempre mantuvo una fuerte Secretaría de Gobernación. Eso es lo que hacía Julio Scherer desde la Consejería Jurídica, por eso cuando dejó ese cargo fue despedido de tan buena manera por propios y extraños de la 4T, que sentían que perdían a un interlocutor válido que, además, tenía su propia interlocución con el Presidente.

Adán Augusto está asumiendo muchas de esas funciones para regresarle a la Secretaría de Gobernación las tareas que ya no tenía. Lo malo es que en el entorno de la exsecretaria, ahora senadora, Sánchez Cordero lo que están haciendo es tratar de justificar sus notorias ineficiencias golpeando a Scherer Ibarra.

Hace unos días se publicó una columna fabulando una inédita relación que habría tenido Scherer Ibarra con Álvarez Puga, investigada supuestamente por la FGR, a través de filtraciones que se atribuyeron a la Fiscalía. No hubo tales filtraciones de la FGR porque no hay tales expedientes, porque no hay tal investigación ni tampoco relación de Scherer con Álvarez Puga. Es un invento que tampoco surgió de la FGR.

En el caso de los penales federales que habían sido concesionados, construidos, por diversos particulares, muchos de ellos de las principales empresas del país, a Scherer le tocó, como en muchos otros temas, negociar con cada uno de los dueños de esos penales, y obtuvo una baja de un treinta por ciento de las prestaciones que se tenían que pagar por ley, porque había contratos firmados, con cada uno de ellos.

Álvarez Puga se supone que tenía relación con funcionarios que, desde el gobierno, trabajaban en el sistema penal y se los acusa, a ellos, de tener esquemas de lavado de dinero conjunto. El caso que presentó la FGR tiene relación con los servicios que Álvarez Puga le prestaba a esos funcionarios de penales, y nada tiene que ver con las negociaciones que con los concesionarios de los mismos estableció, y concretó, con beneficios para el gobierno, Scherer.

No hay ninguna relación de Scherer con Álvarez Puga, y tampoco de éste con los concesionarios, mucho menos esa relación “oscura” que se dice que estaría siendo investigada por la FGR. Es un invento que tiene origen en el entorno de la exsecretaria, ahora senadora. Y es un invento que intenta golpear relaciones que fueron muy sólidas, como la que establecieron la Fiscalía y la Consejería Jurídica.

Los golpes internos en un gobierno siempre lo debilitan mucho más que los externos, de la misma forma que las guerras civiles son más sangrientas que las convencionales. La oposición al presidente López Obrador es débil, más allá de algunos procesos electorales exitosos. La oposición interna, los golpes internos, son los que pueden romper la estructura del oficialismo de aquí al 2024, porque convierten en diana a muchos de los principales operadores del Presidente, aquellos a los que López Obrador, ayer y hoy, les tenía y tiene mayor confianza.

 

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